Capítulo Treinta y Seis.

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Cuando me despierto, lo primero que hago es pensar en el día que es y así saber los días que faltan para que... Mateo se vaya.
Veinte, quedan veinte días y no lo veré más.

Desde mi desmayo y la conversación que tuvimos en el hospital hace dos días, ya no hemos vuelto a hablar.
Por unos segundos debo reconocer que me ablandó, que volví a mirarlo como si aún fuéramos... algo. Pero inmediatamente pensé en todo lo que estaba sufriendo por esta maldita relación imposible, y le pedí por favor que se fuera de la habitación, me sentí la peor persona del mundo al ver sus preciosos ojos mirándome con dolor.. pero tuve que hacerlo.

Ahora me encuentro desayunando, con la atenta mirada de Milagros. Desde el accidente no deja de comprobar que me como todo.

- ¿Ya? - Le pregunto con la boca llena y el estómago hinchado, haciéndole mirar mi plato prácticamente vacío.

- No, Alejandra - Contesta cruzada de brazos - Ahí aún queda comida.

- ¡Vamos, Mila! - Me dejo caer sobre la mesa - ¿Vas a hacer que me coma hasta la última miga?

Asiente, firme. Y sé que lo hará, ya que mamá y papá se lo habían ordenado.

Oigo la voz de dos hombres acercándose, uno es papá y el otro... como siempre, Mateo, por lo que me apresuro a terminarme todo y salir de ahí cuanto antes.

- ¡Mira, si esta aquí! - Exclama mi padre al pasar - Has tenido suerte, Ángel.

¿Ángel? Al levantar la cabeza lo veo, sonriente y alegre como cada vez que se cruza en mi camino. Algo dentro de mí se despierta al verlo y también sonrío.

- Hola, Alejandra - Me dice, sentándose a mi lado - Estaba preguntándole a tu padre por tí.

- ¿Para? - Alzo una ceja, sin dejar de sonreír.

- Bueno, si te apetece, quiero llevarte a pasear.

- ¿A pasear? - Río - ¿Es que eso se sigue haciendo?

- ¡Oye, pequeña! - Papá se sienta frente a nosotros, también contento, ¿qué le pasa hoy a todo el mundo? - Le he dado permiso a Ángel para salir hoy contigo, me ha pedido llevarte a dar un paseo, ¿tan raro es?

- No... bueno - Le contesto - Pensaba que eso ya no se llevaba; que ahora lo suyo era el cine, ¿no?

- No, no, ni hablar - Mueve la cabeza energéticamente a ambos lados - ¿Sitios oscuros? Me temo que no, pequeña. A pasear, a la luz del día, con mucha gente ¿está bien?

Ángel asiente, guiñándole un ojo.

- No te preocupes, Jesús. Alejandra estará segura conmigo.

- ¡Eh! - Los interrumpo a los dos un tanto molesta - Todavía no he dicho que sí a nuestra salida.

- Oh, vamos, Alejandra - Ángel, mueve la mano en un gesto que le quita importancia al tema - Di que sí.

***

Narra Mateo.

Echo de menos su música, esa que me abrazaba, que me acogía.
Escucharla era... el mayor de los milagros; pues lo convertía todo en alegría, en risa... si, su risa mezclándose con la mía. Y en esos momentos era demasiado fácil quererla.

Termino de desayunar y salgo para la casa de Jesús, cada vez me cuesta más llegar, pues cada vez queda menos para irme y no pasar allí todos y cada uno de mis días. Para no ver a mi pequeña y no poder deleitarme con su sola presencia.

Llego enseguida, ya que sin querer y por distraerme en todos esos pensamientos, he pisado el acelerador más de la cuenta.

Ojalá no lo hubiese hecho, ojalá hubiese llegado solo unos minutos más tarde para no ver esa imágen. Alejandra, mi Alejandra... ahora está con Ángel, salen juntos, más de lo que a mí me gustaría que lo estuvieran y van en mi dirección.

Quiéreme si te atreves.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora