Capítulo Veintiocho.

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- Oye, Mat - Interrumpo el silencio de hoy nuestra habitación de hotel - ¿Qué es lo que menos te gusta de mí?

- Me gusta todo de tí, Alejandra. - Contesta, pasando su brazo por mi espalda y atrayéndome hacia él.

- Venga, no seas pelota - Chasco la lengua - Nadie es perfecto, dime algo, aunque sea una cosa que no te guste de mí.

- Ay, mi niña. - Respira hondo en mi oreja - Para mí, eres perfecta... - Lo miro con cara de pocos amigos, quiero que me diga algún defecto. Él alza las cejas divertido por mi expresión - Si tuviera que decir algo... no sé, pequeña, supongo que lo poco discreta que eres con esto que tenemos.

- ¿A qué te refieres?

- Pues a tus miradas, a tus gestos o acciones cuando tus padres están delante y pueden darse cuenta.

- Ya, Mateo. Pero es que... es verte y siento algo inmenso, ¿sabes? Como que tengo que actuar.

Él sonríe, cerrando los ojos.

- ¿Y a ti? - Pregunta ahora - ¿Que no te gusta de mí?

- Lo discreto que eres - Bromeo, provocándole una segunda y mágica carcajada.

- O sea, ¿que ser discreto es malo?

- Si no me beneficia, si - Río, tirándome sobre él, que está tumbado boca arriba - No, Mat. Lo único que podría no gustarme de tí es tu caracter en algunas ocasiones, y ya ha cambiado bastante... y, supongo que si no cumplieras nuestra promesa, te odiaría.

- ¿Me odiarías? - Pregunta serio.

- No creo que fuera capaz de odiarte, pero sí lo intentaría con todas mis fuerzas. Una promesa nunca debe romperse, ¿no crees? Llevo esperando seis meses, y esperaré al menos siete más, pero a cambio de que esa espera merezca la pena. Fue eso lo que dijiste.

- Y así será, pequeña. - Dice, besando mi cabeza que ahora reposa sobre su pecho.

***

Tras unas horas, justo las que tendría que haber estado en clase, volvemos a casa.

- Voy a ver qué me invento de excusa para decirle a tu padre porque no he estado aquí toda la mañana... - Susurra cuando estamos despidiéndonos en el coche.

- Dile la verdad, que has secuestrado a su hija y la has llevado a un hotel - Sonrío provocativa.

- Ya veo, quieres que me mate.

- No, Mat. Si intenta matarte a ti tendría que matarme a mí primero - Me acerco a él, besando su mejilla.

Él me coge la barbilla, girando mi cabeza y dejándome un pequeño beso en mis labios.

- Hasta ahora, pequeña.

- Hasta ahora, Mat. - Sonrío, antes de salir del coche. Despidiéndome con la mano.

Narra Mateo

Veo como se aleja del coche con una sonrisa de... ¿qué, enamorado? Pues sí, Alejandra me tiene así. Cautivado por cada parte de ella.

Aparco en el parking del sótano de la casa de Jesús, asegurándome que el coche está bien cerrado, salgo para volver a la casa.
Entro, quitándome las gafas de sol y subiendo al despacho de Jesús. Está concentrado, como siempre, en un gran montón de papeles.

- Jesús - Digo seco al pasar.

- ¡Mateo! - Exclama, dirigiéndo la vista hacia mí. - ¿Qué ha pasado? Te he llamado y no contestabas.

- Lo siento, amigo - Suspiro, sentándome frente a él - No me siento bien... - Disimulo - He dejado a Alejandra en el instituto y he ido al hospital, ya sabes, para que me dieran algún remedio.

- ¿Por qué no te has quedado en casa? - Alza ambas cejas, preocupado. Y enseguida empiezo a sentirme mal por mentir de esa manera a mi mejor amigo.

- Estoy mejor. - Frunzo los labios, mirándole a los ojos.

Se levanta, quitándose las gafas y dejándolas sobre los papeles.

- Vamos a comer. - Me dice.

Lo sigo escaleras abajo, hasta llegar a la cocina, donde ya nos esperan todos.
Damos un saludo general y mi vista enseguida va hacia mi pequeña, que me observa sin ningún disimulo con la cabeza apoyada en ambas manos sobre la mesa.
Miro a todos lados, para calmarme, si ahora la mirara Jesús y la viera así...

- ¿Qué tal en clase, cielo? - Le pregunta.

- Pues... - Alarga la e, cogiendo su tenedor con delicadeza, sonrío sin querer al ver ese gesto - Aburrida, como siempre.

- No deberías aburrirte - Dice ahora María seria - Hija mí, ahí se va a estudiar.

- Y eso hago, mamá... - Pone los ojos en blanco - Pero no puefo evitar aburrirme.

Un pequeño pitido suena en el móvil de Jesús, yo sé de sobra que es un mensaje. Él saca el teléfono, mirando la pantalla unos segundos, frunce el ceño y vuelve a guardarlo, sin decir nada.

- ¿Ocurre algo? - Pregunta su mujer.

- Nada importante - Intenta sonreír sin ningún éxito - Sigamos comiendo.

Observo a Jesús de reojo, está más serio que nunca, mirando su plato. No participa en la conversación, no sonríe... y yo comienzo a preocuparme.

- ¿Estás bien? - Le susurro cuando Alejandra empieza a hacer una de sus tonterías y todos la miran.

- Tenemos que hablar - Suelta en tono seco. Un tono que hace que un escalofrío recorra todo mi cuerpo.

Asiento serio, dirigiéndo mi mirada a Alejandra, que ahora sonríe y me saca la lengua, divertida.
¡Cómo me gustaría vivir en su mundo, en su cabeza! Ahí todo debe de ser fácil, lo verá todo de color de rosa, yo, en cambio, ahora mismo todo lo veo negro. Solo cuando estoy con ella ese maldito negro empieza a clarear.

Terminamos de comer, Jesús me hace un gesto con su cabeza y lo sigo en silencio hasta el segundo piso. Mil cosas pasan por mi cabeza, ¿qué ha pasado? ¿Ha tenido que ver con el mensaje que le ha llegado? ¿Es sobre Alejandra, alguien nos ha visto hoy en el coche, o peor, en el hotel?
Quizá me esté preocupando demasiado, puede que sea algún problema relacionado con el negocio que llevamos en curso, o con la nueva empresa... me sigo negando a ir, pero él sigue insistiendo.
No sé lo que pasa, necesito saberlo ya o mi cabeza va a explotar.

- Siéntate, Mateo - Dice cuando llegamos. Él no lo hace, se queda de pie, paseando de un lado a otro.

- Jesús, ¿quieres decirme de una vez lo que pasa? Me estás volviendo loco.

Por fin se sienta, está despeinado, algunos pelos morenos le caen sobre la frente.

- En la comida he recibido un mensaje - Asiento, conteniendo el aliento - Ha sido un cargo en tu tarjeta, Mateo.

- ¿En mi tarjeta? - ¡Mierda, joder! ¿Cómo he podido ser tan estúpido y no darme cuenta de que mi tarjeta está vinculada al teléfono de la empresa, que es el mismo que el de Jesús?

- Si, Mateo. Es un cargo de un hotel, de esta misma mañana. ¿Por qué me has mentido? ¿Con quién has estado en ese hotel?

Me levanto haciendo un ruido exagerado con la silla, quiero tirar algo, destrozar algo. Saltar por la ventana.

Tranquilízate, Mateo. Hay salida para esto, ¡piensa joder, piensa!

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¡Oh, oh...¿qué pensáis? ¿Se ha metido Mateo en un lío? ¿Cómo va a salir?

Os lo dejo en multimedia :)

Quiéreme si te atreves.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora