Tres días después ya estaba como nueva, ¿qué digo como nueva? Estaba mejor que eso.
Mateo me visitaba cada poco tiempo, aunque tuviera que trabajar, se escapa cada vez que podía para ver cómo estaba.
Veía en sus ojos preocupación, me examinaba para asegurarse que estaba bien antes de volver a irse.
Mi Mateo, mi nuevo e increíble príncipe azul.
Cada vez quedaba menos para que todos supieran nuestra relación, pero ya no me preocupaba que las cosas pudieran cambiar, porque estaba segura de que nada cambiaría. Mateo hacía cada día que estuviera segura de sus sentimientos hacía mí.Esa mañana por fin puedo bajar a desayunar con todos, los días anteriores no me habían dejado. Exagerados, si, muy exagerados.
- ¡Cariño! - Milagros viene a abrazarme, como si hubiera estado meses sin verme - ¡Qué bien te veo hoy! Me alegro de que estés recuperada.
- Gracias, Mila. Con todos los enfermeros que he tenido a mi cuidado, era imposible no curarme rápido.
Sonríe mirándome con ternura. Solo en sus ojos puedo ver todo lo que me quiere esta mujer.
Me he levantado con apetito, por lo que devoro varias magdalenas que hay en medio de la mesa con mi vaso de leche.
- Hola, cielo - Papá besa mi cabeza al entrar. - Por fin está curada mi niña.
- Si, papá, es lo que tienen las gripes, dos o tres días y ya está... - Hablo con mi padre, pero mi mente está en el dios trajeado que acaba de entrar por la puerta. Mateo me sonríe levemente, sonrisa que no pasa desapercibida para Milagros, pero sí para mi padre.
Desayunamos. Llega la hora de irnos, pero Santiago no aparece por ningún lado.
- Parece que hoy no tengo chófer... - Digo sonriente, mirando a mi padre.
- ¡Oh, claro! - Se palmea la frente - Ha ido a llevar a tu madre, pensábamos que hoy todavía no irías a clase.
- Bueno, creo que todavía me encuentro un poco mal... - Pongo mala cara a propósito, fingiendo tos.
- Cariño... - Papá alza ambas cejas, divertido por mi malísima interpretación. - Debes ir.
- La llevaré yo, ¿vale? - Mateo entra en escena y ambos lo miramos mientras Milagros recoge y echa rápidas miradas sin perderse detalle. - Y nos iremos ya, si no, no llegará.
Quiero saltar de alegría y tirarme a sus brazos, pero papá no entendería que me alegrara por ir a clase. Hago una mueca de fastidio, recogiéndo la mochila del suelo y colgándomela al hombro.
- ¿Vamos? - Miro a Mat, que asiente.
- Vamos.
Nos despedimos de papá y Milagros y vamos hacia el bonito Audi negro de Mateo. Subo de golpe al asiento de copiloto y él me acompaña con una sonrisa en el asiento de al lado.
- ¿Y bien, dónde me llevas? - Pregunto emocionada.
- A clase, Alejandra - Dice serio, mirando la carretera.
- ¿De verdad?
- No te puedes permitir faltar tanto a clase, es tu último año.
Me cruzo de brazos, enfadada y mirando para el otro lado, ¿en serio me va a llevar a clase en una de nuestras mañanas? Que asco.
Quiero irme con él a donde sea.Ya veo el instituto y mi enfado aumenta, me ha traído de verdad, ¿por qué tiene que ser tan responsable? Tu también deberías serlo, me dice mi cabeza, aunque decido ignorarla. Tener a Mateo a mi lado me nubla el pensamiento.
Cuando llegamos a la puerta, espero a que aminore la velocidad y así bajarme, pero no lo hace, pasa de largo para mi sorpresa.- Pero... - Digo mirándolo y viendo una divertida sonrisa en su perfecta cara.
- Estoy aprendiendo a sorprenderte... - Alza ambas cejas, dándome una rápida mirada y volviendo la vista a la recta por la que conduce.
- ¿Dónde vamos?
- Ahora lo verás. - Acelera un poco más y pronto salimos de la ciudad. Mi humor ha cambiado por completo, de pensar que estaría en clase, he pasado a ir con Mateo donde él quiera llevarme, no sé dónde es, pero me da igual. Solo quiero pasar tiempo a su lado.
Ahora sí aminora la marcha, ¿qué es? Parece un hotel, lujoso, muy lujoso. Ante nosotros hay una altísima torre que no sé ni cuántos pisos puede tener, pero desde luego son muchos.
- Vamos, Ale. - Se desabrocha el cinturón, poniéndose las gafas de sol y saliendo del coche.
- ¿En serio, Mat? - Le agarro la mano al alcanzarlo - ¿Me has traído a un hotel?
- Bueno, eso se supone que es - Sonríe contento.
Pasamos a la recepción, donde una mujer de unos treinta años nos atiende amable, demasiado amable con Mateo para mi gusto. Aunque él actúa como siempre, frío y distante, y debo reconocer que en estos momentos me gusta. No le deja a esa mujer ninguna opción de coquetear.
Coge mi mano cuando ya tiene la llave y me lleva al ascensor, donde pulsa el piso doce.
- ¿Acaso quieres pervertirme de alguna manera, Mateo? - Alzo ambas cejas, mirándole a los ojos mientras el ascensor sigue ascendiendo.
Él, me observa en silencio, primero con una expresión confusa que pronto se convierte en divertida, y al final suelta una carcajada. Si, Mateo ha soltado una carcajada, increíble. No le había oído reírse de esa manera nunca.
- No, Ale. No quiero pervertirte, ni hacer nada contigo de lo que tu cabeza puede estar pensando. - Contesta, calmando su risa.
- ¿Entonces?
- Quiero hacer algo que estos días que has estado enferma he deseado hacer con todas mis fuerzas, pero en tu casa con todo el mundo no he podido.
Llegamos al piso doce, cruzamos un pasillo largo, igual o más lujoso que el exterior o la recepción del hotel y por fin llegamos a la puerta de la habitación donde estaremos, pero haciendo, ¿qué? No tengo ni idea.
- ¡Guau! - Exclamo al ver la enorme habitación que ahora se encuentra ante mis ojos - ¡Es perfecta, Mat!
- Me alegro que te guste, mi niña.
Corro por toda la habitación y de un salto me tiro a la cama.
- Y dime, Mateo, ¿qué es eso que has querido hacer conmigo y no has podido? - Se tumba en la cama, a mi lado, apoyado en su codo y mirándome con sus dos preciosos ojos azules.
- Te parecerá una tontería... pero estos días me hubiera gustado tumbarme a tu lado para cuidarte.
- ¿Una tontería, Mat? - Me incorporo de un salto, poniendo mis rodillas sobre el colchón - Creo que es de las mejores ideas que has tenido.
- Bien, pues ahora tenemos unas horas solo para nosotros - Se quita los zapatos y la chaqueta, abriendo la cama y tumbándose, haciendo un gesto con la cabeza para que lo haga junto a él.
Me tumbo de perfil, mirándolo ahí, tan cerca. Es como un sueño, ¿qué digo? Mejor que un sueño, esto es real.
Ambos nos miramos, sin decir nada, no hace falta.- Así mi niña, justo así quiero despertar cada mañana.
----------------
¡Espero que os guste!
ESTÁS LEYENDO
Quiéreme si te atreves.
RandomAlejandra es una chica de dieciséis años con un secreto. Un gran secreto que nadie conoce, ni siquiera su mejor amigo, Raúl. Alejandra está enamorada, pero quizá no de la persona que debería. ¿Te atreves a saber lo que pasará? Portada hecha por @nat...