Capítulo Dieciocho.

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¿No será demasiado?
Pienso en todo el año que nos queda para poder estar juntos, me parece mucho, muchísimo tiempo. Pero Mateo me había prometido que después estaría conmigo, y si ese era el final del camino, el resto lo recorrería viniera lo que viniera, no me importaba, lo quería a él.
Me acaricio el colgante con forma de piano que me regaló ya hace dos semanas, por mi cumpleaños, pensando con una sonrisa que él también lleva uno, con mis iniciales pegadas a su pecho, muy cerca de su corazón.

Esa mañana decido darme un buen baño, de esos larguísimos, con sales de baño y espuma.
Preparo el agua hasta que está la suficiente caliente y me introduzco quemándome y aguantando, ya que enseguida me acostumbraré a la temperatura. Me sumerjo hasta el cuello y me relajo al instante, echando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos...

- ¡Oh, joder, Alejandra! - Mateo entra al baño, sorprendiéndose al verme ahí. Al mirarlo, lo encuentro tapándose los ojos con una mano y con la otra buscando a ciegas el picaporte para poder irse.

- Vamos, Mat - Río al ver la escena - Ni que no hubieras visto nunca a una mujer desnuda, además, esto está lleno de espuma, tranquilo.

Se destapa un poco los ojos, muy poco. Y me mira en la bañera, con su rostro en una mezcla de deseo y tensión.

- Lo siento... pensaba que no había nadie. Cierra el cerrojo la próxima vez, ¿vale? Podría entrar cualquiera.

- Mamá no me deja encerrarme por si me pasa algo. Imagina que me da un mareo, o me caigo... y la puerta está cerrada, ¿entonces qué?

- Pues no sé, Ale. Pon un cartel de ocupado - Sonríe, girandose y abriendo de nuevo.

- Espera, Mat - Digo ahora, mordiéndome el labio tan provocativa como puedo - ¿Me pasas la toalla?

- No, Alejandra. No te paso la toalla, me voy, porque como venga alguien y me vea aquí dentro contigo metida en la bañera, ni tú ni yo sabremos cómo explicarlo.

- Pelma - Le saco la lengua en modo de burla y el sonríe moviendo la cabeza a ambos lados antes de irse.

Me seco lentamente y salgo con la toalla alrededor de mi cuerpo. Me peino, me seco el pelo, y bajo a cenar. Milagros ya está esperándonos, al parecer soy la primera.

- Hola Mila - Saludo amable - ¿Cómo está mi segunda mamá?

- Orgullosa de mi pequeña Alejandra, aunque ya no sea tan pequeña... - Me acaricia la cabeza - Parece mentira lo que has crecido y... sobretodo lo que has aprendido.

- Dicen que los años te dan sabiduría, ¿no? - Le sonrío.

- Si - Se sienta a mi lado, cogiendo mi mano - ¿Cómo va la historia con Mateo?

- Pues... despacio, Milagros. Pero va hacia adelante, que es lo importante.

- Eres muy valiente al arriesgarte por una relación como esa, Mateo es un buen hombre, pero nunca ha sido feliz... espero que consiga hacer que tú lo seas.

- Ya lo hace sin querer, ¿sabes? No sé que tiene, pero solo verlo unos minutos al día es suficiente para saber que quiero seguir esperándole.

- ¿Tu padre qué piensa?

- Papá no sabe nada, y mamá... tampoco sabe demasiado, sabe que estoy enamorada de él. Lo que no sabe es que él lo está de mí, o al menos intenta dejar todo su pasado atrás para poder quererme.

- Estoy segura de que lo hará.

- Mila, esto quiero que se quede aquí, ¿vale? Prefiero que mamá siga sabiendo lo que ahora sabe.

- Tranquila, hija. Será nuestro secreto - Sonríe con ternura, ¡qué buena es! Ojalá nunca deje esta casa. Muchísimas veces, cuando he necesitado un padre o una madre y no han podido estar por su trabajo, ella estaba ahí, apoyándome como ellos lo hubieran hecho, como si fuera de mi propia familia, y así la sentía en mi interior.

- Uy, uy, uy... ¡confesiones de mujeres! - Entra papá haciéndo gestos con las manos, acompañado de Mateo, serio y con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón. - No sé si asustarme o alegrarme - Se inclina, dejando un beso en mi cabeza.

- Siempre que veas a tu hija contenta debes alegrarte, papá.

- Tienes razón, cielo. - Se sienta frente a mí, quitándose la parte de arriba de su traje y colgándolo en el respaldo de la silla - ¿Y qué era eso de lo que hablábais?

- Tal y como has dicho... confesiones de mujeres. - Alzo ambas cejas ante su mirada divertida.

- ¿Ah, si? ¿Y esas confesiones no tendrán nada que ver con ese novio tuyo? - Yo sonrío, ya que papá no tiene ni idea de lo que pasa, pero Mateo, que en ese momento estaba bebiendo un trago de su copa de vino, se atraganta, empezando a toser.
Pongo los ojos en blanco, vaya un disimulo...

- Tranquilo Mat, no vayas a ahogarte... - Intento así que pase desapercibido su repentino ataque de tos. - Y papá... si, hablábamos de mi querido enamorado, que no novio.

En ese momento entra mamá y podemos empezar a comer, por lo que termina la incomoda conversación.

***

- ¿A quién se le ocurra atragantarse en un momento como ese? - Pregunto a Mateo esa noche, yo sentada sobre el balancín y él apoyado en la pared con un cigarro entre los dedos.

- Me estoy volviendo paranoico, Alejandra. - Da una larga calada - Cada palabra que dice ahora tu padre, creo que va por tí y por mí. Como si lo supiera todo.

- No sabe nada, tranquilizate.

- No, no puedo tranquilizarme. - Pega otra calada, tirando ya el cigarro y pegándole un pisotón enfadado - ¿Sabes lo que pasaría si tu padre se entera, lo sabes?

- No - Me encojo de hombros - No tiene porqué pasar nada. Quizá le guste que su hija y su mejor amigo sean felices juntos.

- Ojalá la vida fuera tan fácil como tú la ves en tu cabeza, Ale. Pero no lo és. Tu padre me mata, y a tí... te manda al peor internado que encuentre.

- Pues me da igual... porque saldría cuando tuviera dieciocho años y estarías en la puerta esperándome para llevarme a Australia - Le sonrío, mirándolo de arriba a abajo. Quizá sean mis ojos, pero cada día está más guapo.

- Yo estaría muerto, ¿recuerdas? - Alza una ceja, intentando no sonreír.

- Que va, papá no lo haría - Hago un gesto con la mano quitándole importancia al asunto.

- ¿Qué no? Cogería una pistola y me pegaría un tiro aquí - Señala un punto entre ceja y ceja y no puedo evitar soltar una carcajada.

- Te digo que no, Mat. Porque me pondría delante y le diría que para matarte a ti, tendría que matarme a mí primero.

- ¡Qué exagerada eres, mi niña! - Exclama, poniendo un brazo sobre mis hombros y así acercándome a él.

- ¡Lo digo en serio! - Río, apoyando la cabeza en su hombro ahora que lo tengo tan cerca. No puedo sentirme mejor ahora mismo, al lado de la persona con la que llevo soñando tanto tiempo... - Si a ti te disparan, yo sangro, Mateo.

- Mi princesa.. - Susurra en mi cabeza, dejando un beso casto - Qué lento se me va a hacer todo este año. Te quiero conmigo ya.

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Alejandra en multimedia.

Bonito capítulo, ¿verdad? <3
Espero que os guste.

Quiéreme si te atreves.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora