Capítulo 8

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Mire mi rostro reflejado en mi espejo, realmente estaba un poco hinchado, pero lo peor era el morado que empezaba a salir en las dos partes golpeadas y mi mejilla aún se veía un poco roja. Maldije en voz alta a Él Sarco, sabía que algún día me las pagaría una a una.

Tome un baño breve y me metí a mi cama a descansar. Mire mi reloj que marcaba las nueve con diez era relativamente temprano para dormir así que empecé a jugar en mi celular hasta que el juego se vio interrumpido por una llamada marcando el nombre de Sac en la pantalla.

- ¿Qué es lo que quieres? - le contesté

- Si Sac, ¿Cómo estas? Yo también me alegro de que estés bien Alex - dijo irónicamente

- La verdad no estoy de humor ni aunque mi vida dependiera de ello - toqué la herida de mi labio

- Parece como si hubieras tenido un día de mierda - río

- como todos los días

- Bueno, tengo la solución a tu problema, así que empieza a amarme - pude imaginarme la cara que estaba haciendo en ese momento - Te espero en veinte minutos aquí en mi casa

- ¿Para que? - frunci el entrecejo

- Para hacer trabajos del instituto Alex - dijo con sarcasmo - deja de hacerte la idiota, sabes que es para una fiesta, asi que mueve tu trasero y te espero en veinte

- No iré - dije y me recoste en la cabezera de mi cama

¿Como que no? ¿Te estas enloqueciendo? No me hagas ir por ti - sentencio

- Esta bien - puse los ojos en blanco como si el pudiera verme - llego en veinte - colgué

Cambié mi ropa, me hice una coleta y baje rápidamente para salir de casa.

- ¿A dónde vas Alex? - preguntó Adela al ver que intentaba salir

- Para algún lugar - No la miré, no queria que viera mi rostro

- ¿Que lugar? - se acercó a mi - ¿No se supone que ayer también saliste? - puso ambas manos en su cintura - ¿Me crees tonta acaso Alex?

- Sólo saldré por un momento - la miré - ¿Cual es el jodido problema?

- ¡Por Dios! ¿Que te ha pasado? - llevo su mano a su boca - ¿Quien te ha hecho eso? - puso sus manos en mi rostro pero lo aparte rápidamente

- Pierde cuidado, no simules que te importa - le escupi - sólo sucedió y ya

- No digas eso Alex - se le cristalizaron los ojos - eres mi hija y dime ¿Como no me voy a preocupar si te veo así toda golpeada? - se le salieron las lágrimas

- No hagas eso - la mire sería - odio que lloren frente a mi, eso te hace débil, sólo he tenido una pelea, nada más, ahora ya tengo que irme - salí sin dejar que ella dijera algo más.

Odiaba que fingiera que le importará lo que me sucediera a mi, cuando ni siquiera me quería, cuando ella misma deseo nunca haberme tenido.

Irene tenía nueve años y yo contaba apenas con cinco, Adela estaba en su cuarto y Gabriel estaba en su trabajo. Yo jugaba en el inicio de las escaleras con una muñeca vieja que tenía, era una de las pocas que me habian regalado, pero Irene tenía su habitación llena de ellas. A pesar de eso, yo era feliz con panchita, así había llamado a mi muñeca.

- ¿Quieres tomar un jugo panchita? - le hablaba a mi muñeca mientras le daba una tasita

- Solo tomaré un poco - respondía por mi muñeca

Al Final Del TúnelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora