Capítulo 4

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Reí ante la propuesta absurda de mi jefe, realmente estaba desesperado por sacar de alguna forma este lugar de la miseria.

—¿Y por qué yo tengo que ser la que cocine a domicilio?- Agudicé mi mirada sin entender por completo su descabellada idea.- ¿Y qué si me raptan? ¿Si venden mis órganos en el mercado negro y profanan mi cuerpo una y otra vez?- Saqué mi lado paranoico a relucir.

Ahogó una risita irónica. —No quiero despedirte, ___.

Me helé. —¿Qué...?-Apreté mis puños.- ¿Qué dice?

—Eres una de las razones por la cual tenemos gastos innecesarios. Tu torpeza nos ha llevado a sustituir varios muebles y utensilios.-Resopló evadiendo mi mirada. Apoyó su espalda contra el mostrador repleto de postres y cafés que esperaban ser entregados por unos pocos clientes que había.- Por lo tanto encontré esta alternativa, que además nos dará la posibilidad de sacar a este lugar de sus ruinas finalmente.-Sonrió intentando parecer despreocupado cuando ambos sabíamos que sería todo una aventura eso de cocinar a domicilio de los clientes.- Nadie va a raptarte, lo tengo bajo control.

Rodé los ojos. —Venga, dame las indicaciones.- Demandé adentrándome en mi abrigo de piel cortesía de los nuevos uniformes. Froté mis palmas intentando darme ánimos.

—Simplemente te encargarás del catering para reuniones, prepararás a domicilio, ese es el gran atractivo de este negocio.-Ojeó la pantalla de su celular mientras esta se iluminaba acompañada de un zumbido.- No tengo mucho tiempo, toma ese bolso.-Señaló un gran saco negro repleto de cosas.- Todo lo necesario está dentro, no pierdas tiempo.- Comenzó a empujarme a la salida.- Te mandé la dirección a tu celular, no necesitas más que eso.

Jefe incompetente.

El frío me atravesó, como últimamente me pasaba cada día.

Me aferré al abrigo de piel y el gran bolso negro, buscando algo de calidez. Caminé rápido al coche de la empresa antes de impacientemente ponerlo en marcha a donde sea que debía ir.

Las calles cada vez se hacían más desconocidas, y el frío victoriosamente lograba colarse entre los recovecos de las ventanas y puertas. Podía sentir mi rostro prácticamente desfigurarse de la helada brisa incipiente.

"Big Hit Entertainment", confirmé en mi celular una vez estacioné el auto en la renombrada empresa.

Tomé todo lo necesario, y con el bolso en la espalda, atravesé fugazmente el estacionamiento para llegar a la entrada principal; una mujer me recibió con algo de desgano para dirigirme a un ascensor y mencionar a dónde debía ir.

¿Realmente vería a celebridades?

Lo dudaba demasiado. Sin embargo, ¿Para quién sería el catering que debía preparar?

Las puertas metálicas se abrieron a la par para revelarme un amplio espacio con tres mesas revestidas en manteles blancos y personas de traje luciendo algo ajetreados.

—¿Eres ___?- Una mujer que parecía una oficinista apareció de la nada, sobresaltándome por completo. Asentí algo acelerada.- La cocina está detrás de la puerta blanca, te pediré que hagas un pastel bañado de chocolate, relleno simple pero amargo. Diecisiete pasteles dulces, y la misma cantidad de muffins, por favor.-Acomodó sus gafas sobre el puente de la nariz, me miró de pies a cabeza, con una mirada un poco desaprobatoria.

¿Qué le pasa?

—Te pagaremos cuando termines tu labor y distribuyas los postres y bebidas ordenadamente.- Anunció para luego perderse en un corredor, su silueta curvilínea perdiéndose detrás de una puerta.

Suspiré observando mis entornos.

En cuanto antes terminara mi labor, antes me iría a tomar chocolate caliente a casa.

Apreté el bolso impacientemente, esquivando a personas que venían en la dirección contraria.

Puerta blanca, puerta blanca, puerta blanca...

¡Puerta blanca!

Me emocioné sabiendo que podría ponerme manos a la obra e irme luego. La abrí desenfrenadamente, sin siquiera tocar o percatarme que no era la única puerta blanca del corredor.

Oh.... Trágame tierra.

Una gran mesa estaba ocupada por ocho personas, un hombre de edad madura en la cabecera y siete chicos distribuidos en los otros lugares. Todos ellos luciendo confundidos al verme interrumpir aquel encuentro.

Me petrifiqué y mis piernas flaquearon nerviosamente, allí estaba el rubio estúpido.

Tragué saliva dispuesta a salir corriendo y meter la cabeza en un hoyo como una avestruz, pero una voz me detuvo cuando estuve a punto de cerrar la puerta.

—Lo siento mucho...-Hice una exagerada reverencia, por la esquina de mi ojo vi a alguno de ellos aguantando una carcajada.- No quise interrumpir.

—No se preocupe.-El hombre mayor asintió cordialmente.- ¿Busca la cocina?

Asentí nerviosamente.

—Es la puerta de al lado.-Sonrió con cortesía, le correspondí asintiendo en su dirección.

—Muchas gracias, y una vez más, disculpe la interrupción.

Y así de rápido como cerré la puerta, me adentré en la cocina infernal que parecía gritar mi nombre.

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