Capítulo 20

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Con una molestia en el esternón, continué viendo a aquella mujerzuela revoloteando. Con sus dedos trazó la línea de su mandíbula. Sin mover un músculo murmuró algo inaudible para mis oídos. La muchacha soltó una risa cínica, inclinándose sobre el rubio para posteriormente succionar sus labios en un beso. Me puse de pie, aprovechando el que estuviesen dándome la espalda. No obstante, solamente un pliegue en el lugar equivocado de la alfombra bastó para que fuera arrojada por los aires, desperdigando todo el contenido de la charola de plata en la habitación.

Me petrifiqué, sin animarme a girarme y verle a los ojos.

Qué humillación.

─Oh, chica.... Deberías tener más cuidado, ¿No crees? No te pagan por decorar el suelo con crema pastelera.-Escuché aquel gorjeo desagradable y agudo. Con el temor a flor de piel, giré levemente el cuello en su dirección.

Me arrepentí de inmediato en el instante que la mirada oscura del chico me atravesó. Permaneció en silencio, observándome a mí en aquella escena agridulce, mientras posicionaba su mano en el hombro de la chica, trazando pequeños círculos en él.

Con la garganta ardiéndome, tomé la bandeja vacía entre las manos saliendo torpemente al patio central.

Por más que no hubiésemos compartido nada más que unos besos, me sentía usada, traicionada. Mi cuerpo temblaba, mi respiración repiqueteaba al igual que los latidos en mi pecho.

¿Qué quería entonces? ¿Cómo había cambiado de parecer tan rápido?

Lo que sea... no me importaba tanto de todas formas. Mejor, de esta forma no me distraería de lo que realmente tenía que hacer. Recorrí con los ojos el ventanal que correspondía al salón principal. Visualicé a Tae, quien aún conversaba con aquellos muchachos quienes estaban al borde de su debut.

Ingresé al salón esquivando al tumulto de personas. Me adentré en la cocina aún rabiando por dentro. Velozmente cogí un paño húmedo para luego utilizarlo al higienizar la bandeja.

─ ¿Todo en orden?-Cuestionó afable desde una punta una de las auxiliares de cocina. Sonrió levemente. Asentí lustrando los bordes de la bandeja plateada. ─Unas horas más y eres libre...-Guiñó su ojo derecho quitándose el delantal de la cintura.

Me apoyé en la mesada de mármol echando un suspiro al aire. Algunos mechones escaparon del peinado cayendo a los costados de mi rostro. ¿Cuánto tiempo tendría que seguir con este trabajo antes de poder tener un salario digno y un uniforme no muy exhibicionista?

Sacudí la cabeza intentando pensar en algo más positivo. Luego podría aplicar para algún trabajo en mi área de experticia, o incluso profundizar mis conocimientos en el extranjero. Asentí a mis adentros; necesitaba nuevos aires, alejarme.

─Son muy simpáticos...-Una exclamación se escuchó detrás de mí. Me recosté contra la mesada para observar mejor a Tae. ─Hay uno de ellos que incluso me ha dado su número, ¡Le gusta el anime!- Le dediqué una sonrisa honesta, la cual desapareció en el momento que su entrecejo fruncido anunció que algo no andaba bien. ─¿Estás bien? ¿Qué pasa?- Se acercó con pasos sigilosos a mi posición.

Me encogí de hombros restándole importancia al asunto. ─Gajes del oficio...-Solté sin darle vueltas al asunto. ─He hecho un desastre en el salón junto al patio, no lo he limpiado aún...

Antes de siquiera pronunciar una palabra más, Taehyung ya se encontraba tomando servilletas y trapos, evaporándose en el aire. Suspiré tomando una escoba, no era justo que él limpiara mi desastre, le seguí a dónde asumí que se había ido. Esquivando personas, me abrí paso al patio central. Ya con el pomo entre los dedos me detuve en seco.

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