Pijamada

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El sábado por la noche se suponía que era como una fiesta de pijamas. No es que Willy no hubiera tenido una fiesta de pijamas en toda su vida, desde la última vez que registró que en su pantalón estaba un amigo.

Pero eso es lo que la señorita Chest dijo que sería esta noche.

Tuvieron una cena tardía en el restaurante Matsuhisa que se ubicaba en Beverly Hills, y que Samuel estaba convencido que era dirigido por la mafia. Eso hizo reír a Willy antes de acusarlo de que su sangre española se estaba revelando.

La cena estuvo bien. Después de un rato, Samuel se relajó y pareció estar manejando la atención un poco mejor, pero cada vez que alguien se acercaba a su mesa, se ponía muy quieto o echaba la barbilla hacia adelante rascándosela para ocultar su cara.

No podía entender eso. Samuel era muy guapo. Las chicas y algunos chicos (para disgusto de Willy) lo estaban mirando cuando entraron en el restaurante. Una tipa lo estaba mirando como si fuera el mejor trozo de carne, lo que no había hecho a Willy muy feliz, tampoco.

Era realmente extraño, se dio cuenta mientras se hacía cargo de la cuenta. Normalmente, no le importaban una mierda las chicas observando sus citas.

—Gracias —dijo, entregando el cheque firmado al camarero—. ¿Estás listo?

Samuel tomó su celular y se levantó, y malditamente ardiente, no era un gran fanático de la cosa de llevar camisas moradas todo el tiempo, pero le encantaba cómo el pantalón se le pegaba a las piernas.

Iban de regreso a su casa.

Samuel iba a pasar la noche allí.

Esta noche iba a ser una noche muy, muy larga.

—¿Crees que la gente está esperando afuera? —preguntó mientras se acercaban a la puerta principal.

—Ah... —Willy se estiró hacia arriba para ver más allá de un estúpido muro de bronce. Una ligera nevada caía afuera, cubriendo la acera. Dos hombres acurrucados en sus chaquetas estaban esperando en la acera, con cigarrillos en la mano y cámaras alrededor de sus cuellos. Hablando de chaquetas...

Willy miró a Samuel y frunció el ceño. —¿Dónde está tu chaqueta?

El se encogió de hombros. —No me gustan.

—Está nevando afuera.

—¿En serio? —Sus ojos se abrieron a la vez que estiraba el cuello.

Júbilo iluminó su rostro. —¡Oh! ¡Lo está! Me encanta la nieve.

Pero no la Navidad, al parecer, pensó Willy. —Deberías usar una chaqueta.

—Tú no estás usándola chaval —señaló Samuel mientras Willy lo conducía alrededor de la pared de bronce, junto a un grupo de hombres de negocios que parecía que estaban a segundos de abalanzarse sobre Willy.

—No tengo frio.

Su rabieta al contestar trajo una sonrisa a su cara, lo empujó bajo su brazo y lo metió cerca mientras el valet llegaba con el coche. Por supuesto, era sólo debido a la nieve. Debía tener frío y la gente estaba sacando fotos, y no había otra razón que eso. Excusas. Excusas.

—¡Oye, Willy! —llamó uno de los fotógrafos de afuera.

Se dio la vuelta por la cintura, reconociendo al joven que generalmente le tomaba las fotos para las revistas. —¿Qué pasa, Cristian? Estás un poco lejos de tu estudio ¿no?

Para Siempre - Fanfic WigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora