12. Vientos de dolor

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La dulce niña de cabellos largos, de un gentil tono lila, con hermosos y cristalinos ojos de un verde intenso como las joyas esmeraldas, se hallaba de pie contemplando al cielo, mientras su vestido blanco ondeaba danzante

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La dulce niña de cabellos largos, de un gentil tono lila, con hermosos y cristalinos ojos de un verde intenso como las joyas esmeraldas, se hallaba de pie contemplando al cielo, mientras su vestido blanco ondeaba danzante. Una pulsera de flores adornaba su mano, mientras su mirada entristecida provocaba un gesto nostálgico en su bello rostro.

-Estos vientos... -se decía para sí.

-No debe preocuparse, señorita Athena –exclamó con gentileza y calidez una voz profunda que expresaba autoridad y transmitía confianza con cada palabra.

-Patriarca Sage... Es que yo, sólo pienso en que los vientos comienzan a intensificarse. Cada vez hace más frío y las brisas son cada día más heladas. De seguir así... no quiero imaginar lo que pasaría si Morrigan envuelve al mundo en su invierno.

-Pero eso no pasará Señorita Athena, la labor de los caballeros es detener a los dioses malignos, así como defenderla a usted y a toda la humanidad.

La pequeña niña sonrió y bajó su mirada, reflexionando. –Yo, confío en mis caballeros –susurró- y sé, que ellos podrán superar ésta prueba, por el bien de la humanidad.

-Y así será.

Y mientras la joven diosa velaba por el bienestar de sus caballeros en Grecia, más al norte las tensiones crecían. Las regiones heladas se habían envuelto por completo en ventiscas y hielo, los vientos invernales seguían avanzando.

-Vaya que hace frío. Ojalá y me hubiera quedado en el campamento como ordenó Sísifo. ¿Y dónde estarán Cástor y Leander?, esa avalancha me dejó completamente perdido. –Conversaba consigo mismo un caballero de bronce. Era Dohko de Dragón.

De pronto percibió un rastro familiar... -Un momento, yo conozco esto. Si, definitivamente, este es el cosmos de mi maestro Ryu. No debe estar muy lejos.

Efectivamente, Dohko caminó en busca de su maestro y cada vez se acercaba más a uno de los cuatro pasos de las montañas. Pronto se hallaría frente a él.

Unos pasos más y se encontró con un terreno irregular que lo hizo deslizar, recorriendo una pendiente por entre unos árboles hasta caer detenido por unas rocas. Dohko se echó a reír, pero rápidamente guardó silencio y se puso en pie.

-¡Vaya pero que tenemos aquí!

La voz era burlona y por demás de un hombre lleno de ansias de combatir. Ante él había una silueta imponente y un tanto atemorizante, de cabellos largos y con mirada punzante, pero portaba una vestimenta reluciente como el sol.

-¿Un caballero dorado?

-¿Tú que haces acá mocoso?, debiste quedarte en el campamento con el resto.

-¿A quién llamas mocoso...?

-Tranquilízate, el que debería estar molesto soy yo, pensé que había encontrado alguien con quién combatir. Debes saber que soy el Caballero dorado de Escorpio.

Saint Seiya: El Invierno Final -La Saga de Morrigan-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora