8. En presencia de los hielos

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El ejército estaba listo, los santos de plata y bronce formados todos juntos, y frente a ellos, los que lideran el ejército, ocho de los santos más poderosos del santuario, los caballeros dorados que acompañaran al ejército en su campaña hacia el ...

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El ejército estaba listo, los santos de plata y bronce formados todos juntos, y frente a ellos, los que lideran el ejército, ocho de los santos más poderosos del santuario, los caballeros dorados que acompañaran al ejército en su campaña hacia el norte. El ejército es comandado por Sísifo de Sagitario, de pie frente a todos y tras él, aparece el Santo de Aries, Haru.

-Es hora –dice Sagitario.

-Esto requerirá mucha energía y no podré llevarlos hasta el lugar exacto, ya que no lo conozco, pero llegaremos al norte, desde allí deberemos buscar el camino hasta Morrigan –indica Haru.

Todos se colocan frente a él, mientras comienza a liberar su energía, aumenta su cosmos y lo hace arder al máximo, extiende los brazos y abre las palmas envolviendo a todos en un aura dorada que los hace sentir como si flotaran. Haru cierra los ojos y hace una fuerte exclamación en la que un enorme destello de luz los cubre a todos e instantáneamente, al desaparecer la luz, el ejército también había desaparecido.

-Han partido ya –exclama el Patriarca.

-¡Yo debería ir con ellos! –Grita Evan -¿por qué no me deja ir?

-Tú fuiste designado para formar parte de la tropa de defensa preventiva. Si el Santuario es atacado, ustedes deberán protegerlo, y junto con él a Athena, que es siempre nuestra prioridad.

-Pero mis amigos van rumbo a Irlanda, ellos tendrán toda la acción... además –y en ése momento la figura de Zagan se dibujó en la mente de Evan, recordándole su batalla contra el cazador- ¿acaso entrené por nada?

-El entrenamiento nunca es inútil, mi pequeño amigo, aunque puede ser aburrido, sin sentido y hasta ser doloroso, pero no se aprende sin moretones y heridas.

Evan conocía esa voz, esa voz burlesca y cínica cargada con risa, era el mismo santo que había visto en la reunión de todos los caballeros... entró a la cámara del Patriarca, resplandeciente, imponente y con una sonrisa que atravesaba su rostro de un lado a otro, enmarcada con la diadema propia de su armadura, tan brillante y característica por las patas que la formaban. Era el Caballero Dorado de Cáncer, Manigoldo.

-Tú también querías ir a la batalla –le dice Evan.

-Bien, tuve que quedarme aquí, no es la peor tragedia de mi vida, pero espero que pase algo interesante, pronto.

Había algo en la actitud del santo de cáncer que tranquilizó a Evan, quizá fuese su serenidad y espontánea alegría, pero sus deseos de ir con el resto de ejército dejaron de ser una insistente ansiedad. Luego de esto, decidió ir a distraerse por los alrededores del santuario, quizá entrenar un poco o simplemente patrullar.

En el norte, un poderoso resplandor se hizo visible. Era más brillante que el sol invernal que alumbra las tierras desnudas de Irlanda, un halo cegador, que al desaparecer dejó tras de sí una enorme multitud.

-Caballeros de Athena, hemos llegado a Irlanda -les dijo Haru.

Ellos respondieron con un fuerte grito de guerra, todos valientemente dispuestos a para la batalla. –Debemos decidir hacia dónde vamos –le dijo Haru a Sísifo, quién dijo que haría un rápido reconocimiento antes de decidir el rumbo. El resto de santos esperaron a que regresara, algunos con un poco de pesar, como Albafica de Piscis, quién se mantenía un poco apartado del resto de santos.

Saint Seiya: El Invierno Final -La Saga de Morrigan-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora