3. Una amenaza surge en el norte

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-¿Mortaja? –se preguntó Evan, desconcertado

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-¿Mortaja? –se preguntó Evan, desconcertado.

-Sí, así es, -dijo Christine- a nosotros, los cazadores, sirvientes leales a la diosa Morrigan, se nos han otorgado las mortajas, los mantos de la muerte, por la voluntad de nuestra diosa.

-¿La diosa Morrigan?, ¿quién es ella, y qué pretende?

-Morrigan, nuestra diosa, la gran Reina espectral, diosa de la guerra y de la muerte que gobierna en las heladas y desnudas tierras del norte. Ella pronto volverá a hacer de este mundo su paraíso, tal como en tiempos mitológicos, antes de ser condenada al sueño milenario...

-¡Imposible, Athena y nosotros sus caballeros jamás permitiremos tal cosa!

Y dicho esto, Evan lanzó su Pandora Box al suelo, y un resplandor salió de ella, abriéndose y revelando su armadura, que se desprendió y se dirigió hacia su cuerpo. La armadura cubrió sus hombros y rodillas, así como una placa de la misma se adhirió a su pecho, protegiéndolo.

Las restantes partes de la armadura se implantaron en sus brazos, una defensa cubriendo su brazo derecho y una placa con la forma de un saco del que salían dos serpientes armando su brazo izquierdo. La armadura pulida y reluciente, de un intenso color púrpura era el orgullo del guerrero, Evan de Ofiuco.

-¿Quieres pelear, caballero? –le dijo Christine con altanería.

-Te venceré –respondió él.

El joven se lanzó contra la cazadora, dando un potente salto y extendiendo su brazo izquierdo hacia el cielo, adoptando la postura de una cobra lista para asestar un golpe mortal. Su cosmos se elevó y la energía se concentró en su potente garra para que él lanzara su ataque.

-¡Garra del trueno! –exclamó, lanzando una potente descarga al tiempo que su garra impactaba a su víctima...

Hubo una potente explosión al impacto y una nube de humo cubrió todo a su alrededor.

Cuando el humo se esparció, Evan quedó atónico, al ver que su adversaria estaba completamente intacta frente a él, con unas grandes alas formadas con las mismas placas de su armadura justo frente a ella, defendiéndola. Antes de darle tiempo a reaccionar, ella, con un rápido movimiento, golpeó a Evan, lanzándolo lejos contra un árbol.

-¿Cómo es posible que escaparas ilesa a mi ataque?

Christine rió y extendió las alas de su mortaja.

-Esta mortaja me fue entregada por la misma diosa Morrigan, en persona, nada puede atravesar la defensa de mis alas de corneja, nada en absoluto.

Evan se puso en pie desafiante –Pues eso está por verse –dijo, alzando su brazo en posición de ataque.

Christine a su vez, extendió sus brazos, como si se dispusiese a alzar vuelo, y encendió su cosmos a su alrededor, pero algo la interrumpió.

Un cosmos muy poderoso, intenso, vasto y oscuro se hizo sentir en su campo de batalla, captando la atención de ambos. Christine hizo un gesto de disgusto.

Saint Seiya: El Invierno Final -La Saga de Morrigan-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora