13. Promesas heladas

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Una armadura reluciente como el sol reposa sobre las gradas que conducen a un imponente templo circular

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Una armadura reluciente como el sol reposa sobre las gradas que conducen a un imponente templo circular. Su portador ostenta una capa y una larga cabellera de color verde. Eleva su mano hasta su cara y se acomoda los anteojos, antes de disponerse a continuar con su lectura, sin embargo, se oyen unos pasos desde el interior del templo y alguien aparece por la puerta, bajando las escalinatas y pasa junto a él. Era un joven de cabellos café, que formaban rebeldes remolinos en su cabeza. Al pasar junto el portador de la armadura, el joven le sonrió, y siguió su camino.

-Así que eres tú el chico del que se dice se pasea por las doce casas –lo detuvieron las palabras del Santo Dorado.

-Eh, bueno, no precisamente, justo ahora venía de la cámara del patriarca, sólo quería saber si había tenido noticias del ejército –se justifica sonriendo.

-Ya veo, tú eres Evan de Ofiuco. Según he escuchado, no estás muy contento de haberte quedado como parte de la reserva defensiva del Santuario.

-No, no, no es eso, es sólo que... -Evan busca cómo excusarse, pero se da cuenta que no tiene muchos argumentos, además, una nueva idea sorprende su mente- un momento, tú eres Degel de Acuario, ¿no es así?

-Así es –le afirma.

-Tú enfrentaste uno de los cazadores, que intentó atacar al santuario, ¡salvaste a los aspirantes a santos!

-No fue la gran cosa, además, el cazador escapó.

-Sí, pero tú lo hiciste huir. Se dice que puedes congelar lo que sea, que tienes el cero absoluto, pero, ¿por qué no fuiste tú al norte, donde hay tanto hielo, no sería como estar en casa?

Degel sonrió –Tal vez, pero también era necesario que algunos nos quedáramos aquí y defendiéramos a la diosa Athena. Además, no necesito ir al norte para tener hielo, cómo has dicho, puedo congelar lo que sea. Tal vez sea mejor que aquellos que arden como llamas estén en medio de los vientos gélidos. Siempre debe haber un equilibrio.

-¿Aquellos que arden como llamas?

-Kardia, por ejemplo.

-Te refieres al caballero dorado de escorpio, ¿no es así?

-Sí, precisamente. Es que Kardia posee una extraña condición. Su corazón literalmente arde en llamas.

-¿Eso no es peligroso?

-Sólo un poco. Si ese fuego se sale de control podría morir. Por eso es bueno que haya algo que lo enfríe, los hielos del norte por ejemplo.

-Pero aquí en el santuario, ¿cómo mantiene el fuego bajo control?

-Es sencillo, yo me encargo de eso. El Patriarca me encomendó a mí esa tarea cuando Kardia llegó al Santuario.

-Oh, ya veo. Y a ti, ¿no te incomoda tener ese deber extra?

Saint Seiya: El Invierno Final -La Saga de Morrigan-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora