16. El ardiente rugido del león

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El manto blanco de la nieve cubría todo lo que se veía en la distancia. Una brisa helada recorría el paso entre los acantilados de las montañas mientras dos contendientes se miraban fijamente, frente a frente, listos para su combate.

-Maldito, ¿cómo es posible que copiara mi técnica? –pensó Ager. Su mortaje relucía con la luz que reflejaba la nieve. Sus garras afiladas parecían tener sed de sangre. –Bien, no lo volveré a subestimar...

Regulus, el más joven entre los caballeros dorados, removía sus cabellos castaños y sonreía con alegría. –Vamos, ¿no vas a atacarme?

Un gesto siniestro se dibujó en el rostro de Ager, mientras una sombría risa aparecía en sus labios. –Ahora mismo te mataré si es lo que deseas, ¡voy a mostrarte el poder de uno de los generales de la muerte!

El cosmos de Ager se encendió y se dispuso a atacar, pero en ese instante desapareció.

-¿Qué, adonde fue? –se preguntó Regulus. Inmediatamente, el santo de leo fue golpeado brutalmente por una fuerza invisible. La risa de Ager retumbó y fue visible por breves segundos frente a Regulus para desaparecer nuevamente y volver a golpearlo.

Regulus fue lanzado contra la pared de rocas, luego se agachó rápidamente y logró evitar un golpe que se estrechó contra las piedras, destrozándolas, pero justo después, un nuevo golpe lo derribó hacia el suelo.

-Te advertí que te mataría. –De nuevo se escuchó la voz de Ager- Yo, el General del destacamento de la astucia, soy el mejor acechando a mis víctimas, de entre todos los cazadores de Morrigan, nunca podrás escapar de mí.

Y diciendo esto, se lanzó nuevamente contra Regulus, que intentó esquivarlo, pero Ager sujetó uno de sus brazos y lo lanzó contra el suelo. -¡morirás, caballero dorado!

En otro lugar de las montañas, cerca de uno de los pasos, alguien miraba al cielo... Sus cabellos eran castaños y se revolvían con los vientos helados. Sus ojos azules se posaron en la distancia, viendo al infinito, portaba una armadura alada, reluciente como el oro, el caballero Sísifo de Sagitario.

-Regulus –pensaba para sí- ¿estarás bien?

Y es que Sísifo era el tío y maestro de Regulus y aunque confiaba en el inmenso poder del joven santo de leo, también sabía que el chico aún no tenía mucha experiencia en batalla por su corta edad, era impulsivo y a veces un tanto distraído. –Puedo sentir tu cosmos elevándose, confío en que sabrás vencer a tu enemigo... mi alumno, mi querido sobrino –sonrió.

No solo Sísifo sentía los cosmos enfrentándose, en el palacio de Morrigan, una figura de larga túnica negra enfocaba su mirada en el campo helado. La puerta se abrió al otro lado del salón.

Otra silueta oscura entró a la habitación, pero a diferencia de los ojos azules que estaban cerca de la ventana, éste poseía ojos rojos como el fuego.

Saint Seiya: El Invierno Final -La Saga de Morrigan-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora