21. Alas doradas

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Se escucharon unos pasos por el pasillo, pero aquel hombre de largos cabellos negros no se inmutó. Tras de él apareció Christine con su cabellera plateada y su mortaja alada.

-Athena... -dijo, pero no pudo concluir. El hombre se dio la vuelta y la miró fijamente.

-La diosa Athena ha venido al norte –dijo Zagan, y después de hacer una pausa, añadió –Un caballero dorado la acompaña. Encárgate.

Christine dio la vuelta y se dispuso a seguir sus órdenes, pero Zagan volvió su vista al lejano horizonte bañado por el frío resplandor de los hielos. -¿Ese cosmos...? –Se dijo, sintiendo una presencia que le resultaba familiar. –Quizá, mi momento de combatir también ha llegado.

Avanzando por una enorme planicie de hielo, un Caballero Dorado se dirige hacia el castillo de Morrigan. Las poderosas alas de su armadura brillaban como un faro en medio de aquel desierto helado.

La brisa fría sopló sobre el rostro de Sísifo, el Caballero Dorado de Sagitario, que se detuvo al advertir que una figura oscura se aproximaba lentamente hacia él. Aquella silueta se plantó frente a él, era un hombre alto. Su cabello era largo y oscuro, sujetado a la altura de su espalda. Sus ojos eran azules y reflejaban una oscuridad terrible. Aquel hombre poseía el cosmos más oscuro y masivo que Sísifo hubiera sentido alguna vez.

-¿Eres tú uno de los que sirven a Morrigan?

-Efectivamente, yo soy Astur de Águila, El Mensajero Alado de la Muerte que rige la Condena.

-Yo soy Sísifo, Caballero Dorado de Sagitario.

-Bien, Sísifo, siéntete honrado, morirás a manos del más poderoso entre todos los Cazadores de Morrigan. Luego de matarte a ti, yo mismo me encargaré del resto de caballeros de Athena que se atreven a desafiar a mi diosa Morrigan y finalmente tomaré la vida de Athena misma.

Un gesto de disgusto apareció en el rostro de Sísifo –Tú jamás pondrás tus manos sobre Athena. No lo permitiré.

Sísifo estaba a punto de atacar, pero una voz lo interrumpió –Detente, Sagitario.

Al volver su mirada, vio una luz cegadora, resplandeciente como el sol. De aquella luz aparecieron dos figuras desconocidas. La luz formaba alas tras de ellos que se fueron apagando lentamente.

-¿Ángeles? Qué interesante –exclamó Astur.

Sísifo parecía no comprender -¿Quiénes son ustedes? –preguntó.

-Somos ángeles, guerreros del cielo enviados por Artemisa. Somos Peleo y Belerofonte y seremos nosotros quienes nos encargaremos de todo a partir de ahora.

-¿Qué? ¿De qué hablan?

-No tienes el poder para enfrentarlo –dijo Peleo –ése cazador es el más poderoso. Supera por mucho el poder de los caballeros de Athena, ni siquiera tres Santos Dorados podrían hacerle frente.

Saint Seiya: El Invierno Final -La Saga de Morrigan-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora