23. Canción de despedida

104 4 0
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Algo había ocurrido en medio de las tierras de hielo, había aparecido un resplandor brillante como el sol, intenso y ardiente como el fuego, aquel poderoso cosmos irradiaba del joven que ahora portaba una armadura dorada.

Magnífica e imponente, la armadura cubría casi por completo su cuerpo. Llevaba un casco con dos cuernos sobre su cabeza y dos alas que sobresalían a cada lado de él, además había en su espalda un par de alas más grandes que caían hasta casi tocar sus tobillos y una larga cola de serpiente. Finalmente, en su mano había un báculo en forma de serpiente alada que sostenía una gema roja en su boca. Esta era la Armadura Dorada de Ofiuco.

-¿Pero por qué viste una Armadura Dorada? –se preguntaba Zagan.

Ni siquiera el mismo Evan terminaba de comprender lo que ocurría, pero de nuevo sonó esa voz en su cabeza, la misma voz que lo había hecho levantarse luego de que Christine se sacrificara para protegerlo.

-Evan... Evan... has alcanzado esa luz, el séptimo sentido.

-Yo... conozco esa voz... ¿acaso eres tú...?

-Evan –dijo la voz de nuevo en su interior- has incendiado tu cosmos y has ido más allá. Por un momento, por breve que haya sido, tu cosmos ha superado la maldición de los dioses y ha liberado la verdadera forma de tu armadura. Ahora puedes defender a éste mundo, ahora ¡puedes defender a Athena!

-¡Lo haré!

Evan se plantó frente a Zagan. El cazador sonreía complacido, casi emocionado por lo que acababa de presenciar.

-Realmente, recordaré por siempre esta batalla –dijo- pero no me malinterpretes, la Armadura Dorada no significa nada para mí, mi poder está más allá de cualquier Santo Dorado...

Dicho esto, a la velocidad del rayo, Zagan se lanzó contra Evan, abriendo una grieta en la nueva Armadura de Ofiuco con tan sólo sus colmillos.

-¡La ha partido de un golpe! –pensó Evan mientras se incorporaba y volvía su mirada hacia el cazador, pero inmediatamente contraatacó lanzando con su garra un relámpago que impactó contra Zagan, dañando ligeramente su mortaja, sin embargo, estaba claro que al menos ahora, ya no le era imposible a Evan golpearlo.

-Tal vez no esté en ventaja, pero he elevado mis cosmos y me he fortalecido. Ahora al menos, podemos pelear en igualdad de condiciones.

-¿Igualdad? Ni siquiera los Mensajeros Alados de la Muerte, que se decían los más poderosos cazadores al servicio de Morrigan, podrían compararse conmigo, ¿y tú piensas que un simple Caballero Dorado será rival para mí?

-No me importa qué tan poderoso seas, te venceré y detendré a tu diosa Morrigan, ¡aunque me cueste la vida!

Con estas palabras, ambos se lanzaron al ataque. Sus puños chocaron en el cielo y sus patadas partieron las rocas, ambos comenzaron a elevar sus cosmos, más ardientes que cualquier fuego y más relucientes que el sol.

Saint Seiya: El Invierno Final -La Saga de Morrigan-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora