Una gran nube de humo lo cubría todo, absolutamente todo, mientras el viento soplaba y devolvía la visión de un valle ahora devastado, al tiempo que acariciaba levemente los cabellos largos y oscuros de un hombre en lo alto del valle, agitándolos, mientras él dibujaba una sonrisa en su rostro.
-Escucharon eso, no fue muy lejos de aquí –dijo un joven, que corría acompañado de un par más.
-¿Habrá sido la tropa de reconocimiento? –Preguntaba Leander, de cabellos rubios, que corría enérgicamente- Aún no estoy seguro de que haya sido muy buena idea venir.
-Calma –le dijo su compañero, de cabellos de un tono negro verdoso- hay que ponerle un poco de emoción a todo esto.
-Cástor tiene razón –resolvió el primero de ellos- además, hasta el Señor Asmita dejó el Santuario para ir en busca de Morrigan.
Luego de un rato, llegaron al valle, pero no encontraron rastro de nada, a excepción de un poderoso Cosmos que aún podía percibirse en el aire.
El rastro de cosmos dejado por la explosión era tan grande y abrumador, que no fue nada difícil para los santos de plata seguirlo para dar con el responsable de semejante devastación, al parecer se movilizaba con excesiva serenidad y confianza.
-¿Sienten eso?, el cosmos se vuelve más fuerte, debemos estar cerca...
Ellos continuaron su avance, y desde las sombras, una presencia espectral también los advertía cercanos. Detuvo su marcha con altiva previsión y se quedó contemplando la magnificencia del paisaje que lo envolvía. La tarde había caído y el sol se ocultaba tras las copas de los árboles más lejanos.
Aquel hombre volvió su mirada al cielo pintado de los más diversos matices, y exclamó al viento con leve pesar –Me disculpo, señora mía, pero he de hacerla esperar un poco más.
Alejándose de allí, un carruaje se conducía elegantemente, llevando en su interior a dos orgullosas damas. Ya casi no había rastro de la luz del sol y las primeras estrellas comenzaban a hacerse ver.
Un rayo de luz radiante cayó del cielo, e interrumpió la marcha de la carrosa agitando a los caballos que tiraban de ella, y haciéndola frenar bruscamente. El conductor del carruaje, un hombre sencillo y tan normal como cualquier otro, echó a correr, asustado por el suceso.
-¿Pero qué pasa aquí? –exclamó una de las dos doncellas, de cabellera muy blanca y piel pálida, al tiempo que salía con furia del carruaje. -El conductor cobarde nos ha abandonado, ¿qué es esto?
La luz que había caído se plantó frente al carruaje, desplegando una fuerza increíble, que la doncella sólo pudo percibir como un enorme Cosmos.
-¿Quién eres? –gritó, mientras la luz se apaciguaba y revelaba su origen. Apareció esa armadura, tan radiante y reluciente como el sol que se había antes ocultado, siendo portada por un hombre que yacía sentado frente a ella, de piel muy blanca y cabellera rubia. Sus ojos estaban cerrados.
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Saint Seiya: El Invierno Final -La Saga de Morrigan-
FanficSe dice que cada 243 años se libra una Guerra Santa entre Hades, Rey del inframundo y Athena, la diosa de la Guerra y protectora de La Tierra. En el siglo XVIII, Athena decidió reencarnar en un orfanato y ser la hermana del joven que Hades usaría p...