20. El poder de los dioses

45 2 0
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

-Entonces Haru... y también Ryu –exclamó para sí el Patriarca con gran pesar- fueron los cosmos que sentí apagarse en el norte, y tu presencia ahora me lo confirma –dijo levantando la mirada al Caballero Dorado que estaba frente a él.

-Mi maestro Hakurei me ha enviado, estoy a sus órdenes, Patriarca. Será un honor servirle a usted y Athena como un Caballero Dorado.

-Tienes un corazón noble, Shion. Serás un digno Caballero.

Algo pareció moverse tras una cortina y se reveló la imagen de una dulce y tierna niña de largos cabellos color de lila. Shion, al verla, supo inmediatamente de quién se trataba y se inclinó ante ella.

-Señorita Athena...

-Los caballeros... ¿han muerto?- preguntó ella con gran pesar e inocencia. -¿Han muerto por mi culpa?

-Ellos han dado sus vidas para proteger a la Tierra –exclamó el Patriarca.

-Yo, no quiero que nadie muera –susurró Sasha, con lágrimas en sus ojos. Pero sus lágrimas se secaron cuando algo llamó su atención. Cerca de allí descansaba la ofrenda de rosas que Morrigan le había dado. Todas las rosas se habían vuelto completamente negras, pero una fuerza pareció moverlas violentamente y las hizo caer al suelo, para luego desvanecerlas.

-¿Pero qué significa esto? –se preguntó el Patriarca y sin darse cuenta, la pequeña Sasha salió corriendo de allí, fuera de la cámara del Patriarca.

-Señorita Athena, ¡deténgase! –exclamó el patriarca Sage, mientras él y Shion corrían tras la niña.

-¿A dónde se dirige? –preguntó Shion, mientras atravesaban una a una, las doce casas del Santuario.

Al cruzar la casa de Aries, Sasha se detuvo. Habían atravesado cada una de las casas del zodíaco y estaban en las afueras del Santuario. Sasha se quedó observando fijamente al cielo oscurecido por las nubes y los vientos helados. Entonces, una luz apareció en el cielo, despejando las nubes a su alrededor.

-¿Qué... qué es esto? –preguntó Shion, al ver aparecer una luz radiante como el sol, pero de un brillante color azul. Todo había quedado iluminado con aquel resplandor y pareció como si la luna misma hubiera descendido a La Tierra.

-Esta luz sólo puede existir para alumbrar a una diosa- dijo el Patriarca- la diosa de la luna, Artemisa.

Efectivamente, del resplandor azul que emitía aquel astro, emergió una figura brillante y magnífica, llevaba un largo vestido blanco con adornos de oro y una larga cabellera dorada que caía en rizos. Su mirada era afilada y su gesto era duro. El patriarca se colocó delante de Athena, y Shion siguió su ejemplo, marcando una línea de defensa.

-Athena... mi pequeña hermana.

Sasha parecía sorprendida al principio, pero de pronto salió detrás de sus protectores y se colocó en medio de ellos.

Saint Seiya: El Invierno Final -La Saga de Morrigan-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora