17. El titán dorado

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El frío helaba los huesos y recorría el cuerpo de todos los jóvenes en aquel campamento. Los vientos se habían esparcido por extensas áreas y el Invierno Final comenzaba a hacerse sentir por todo el mundo, ciudades cubiertas de nieve, envueltas y atrapadas en fuertes ventiscas, no era de extrañarse que aquí, en el norte, los vientos fueran tan despiadados.

Los jóvenes parecían intentar calentarse alrededor de una fogata, pero no tenían mucho éxito. Caballeros de Plata y de Bronce, enviados al norte con la misión de detener a la diosa Morrigan y a su maldito invierno. Los Caballeros Dorados partieron rumbo a los pasos de las montañas en busca del castillo de Morrigan y a ellos les corresponde esperar, pero la espera es tediosa e incluso algunos de sus compañeros buscaron su propio camino entre las montañas. Dos caballeros de plata y uno de bronce, para ser precisos.

-Vaya, si no pasa algo pronto, no moriremos por el frío sino por el aburrimiento –se queja un caballero de plata.

-Anda, a callar –le ordena otro más- el Señor Sísifo ordenó que permaneciéramos aquí y eso haremos.

-Pero Cástor, Leander y Dohko han ido tras los Caballeros Dorados.

-Ese es su problema, nosotros no nos moveremos de aquí.

-Desearía que pasara algo interesante...

Aún no había terminado de hablar cuando se sintió una presencia acercándose al campamento.

-Silencio, parece que hay alguien cerca –dijo otro de los caballeros.

-¿Los caballeros dorados habrán vuelto? –preguntó uno de los caballeros de bronce.

-No, parece algo diferente, es un cosmos muy oscuro.

Y efectivamente, de entre la sombra de los árboles fue apareciendo una sigilosa y elegante figura. Iba envuelto en una túnica negra y desgarrada que ondeaba al viento y por la que asomaba una brillante armadura negra con destellos carmesí.

Llevaba la cabeza alta y su larga cabellera negra ondeaba al viento, sus ojos estaba cerrados mientras caminaba hasta llegar justo frente al campamento, donde todos los caballeros lo esperaban.

-¿Quién eres? –lo interroga uno de los caballeros.

El hombre abrió los ojos, eran de una tonalidad rojiza e inspiraban temor. El hombre habló con voz fuerte, elegante y altiva –Yo soy Zagan y he venido a matarlos a todos.

-¡Insolente! ¿Vienes tú sólo contra todos nosotros? ¿Crees que podrás vencer a los Caballeros de Athena?

Zagan sonrió complacido mientras cerraba los ojos nuevamente –Ilusos, en unos minutos estarán muertos.

-¡Calla, maldito! –Exclamó otro santo de plata -¡Contra él!

Algunos Santos de Plata se lanzaron inmediatamente contra el enemigo, pero Zagan en un rápido movimiento hundió los rostros de sus atacantes contra el suelo y se dirigió hacia el resto.

Algunos otros santos, entre ellos de plata y bronce, se lanzaron hacia el Cazador encendiendo sus cosmos y lanzando ataques contra él, pero Zagan esquivaba los golpes y anulaba las técnicas con sus garras. Era demasiado rápido, parecía casi invisible. De pronto, apareció tras uno de los caballeros y clavó uno de sus colmillos justo en su espala.

A continuación y en un movimiento vertiginoso, repitió aquel golpe contra otros seis caballeros. El dolor era punzante, pero no terminaba allí, aquellos colmillos estaban hechos con el cosmos de Zagan y una vez habían sido clavados, se alargaban y convertían en una afilada lanza que se incrustaba y atravesaba a su víctima.

Saint Seiya: El Invierno Final -La Saga de Morrigan-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora