18. Triste Oscuridad

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-¡Garra del trueno! –el sonido había roto el aire como si fuera papel, un relámpago salió disparado e hizo volar chispas y trozos de rocas. Una gran nube de polvo se había levantado a su alrededor, pero cuando el polvo empezó a disiparse, aquel hombre de cabellos azules seguía plantado frente a él y de nuevo había detenido su técnica con nada más que la palma de su mano.

-¡No puede ser! –exclamó Evan, retrocediendo con decepción antes de dejarse caer sobre el suelo -¡Esto es imposible!

-Anda, estás mejorando –dijo aquel hombre con voz profunda y seria- además, no hay enemigos invencibles y en una batalla no puedes simplemente darte por vencido.

-¡Pero es que no tiene sentido! Me quedaré aquí mientras todos combaten en el norte y para colmo este entrenamiento lo único que hace es aumentar mi frustración. Ni siquiera puedo vencer a un enmascarado que ni siquiera lleva armadura.

-Deja eso y vuelve a entrenar –Exclamó con autoridad.

-¿Y por qué Asmita quiere que entrene tanto?

-Evan, ¿conoces el séptimo sentido?

-¿El séptimo sentido? –Evan recordó entonces el encuentro que había tenido con Asmita cuando éste le anuló los cinco sentidos y estuvo a punto de matarlo. Recordó entonces aquella luz que le pareció tan lejana y que sentía como si fuera un poder magnífico e impresionante al que no podía alcanzar.

-Pues bien, si quieres derrotar a tu oponente, deberás despertar el séptimo sentido.

Evan quería alcanzar ese poder, quería ser capaz de enfrentar a quien quiera, incluso a aquel Cazador... recordó el dolor punzante de aquellos colmillos clavándose en su cuerpo, recordó aquella mortaja negra y el terrible cosmos que emanaba su portador. Sintió como su poder recorría su cuerpo motivado por aquella sensación. Estaba listo para seguir entrenando.

-¡Bien! –exclamó el hombre al ver a Evan ponerse de pie. –Vamos de nuevo...

Mientras tanto, en el norte, un hombre alto con una mortaja alada se plantaba frente a dos caballeros de Athena.

-Bien, me parece que mataré a dos Caballeros al mismo tiempo –sonrió Bardo.

-¡Maestro! –Exclamó Dohko –permítame luchar contra él.

Bardo se echó a reír -¡Piensas poder derrotarme! ¡El poder de un solo Mensajero alado de la Muerte supera por tres a los mismos Caballeros Dorados!

-Deja de alardear y ven a luchar –exclamó Ryu, agitando su larga cabellera naranja y asumiendo una posición de combate. –Dohko, hazte a un lado, yo me encargaré de él.

Dohko obedeció y se apartó para dejar luchar a su maestro, aunque en su interior deseaba fervientemente luchar a su lado.

-Eres valiente –dijo Bardo- pero una vez que te mate a ti, haré lo mismo con él.

Saint Seiya: El Invierno Final -La Saga de Morrigan-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora