El sábado amaneció fervoroso, no solo por el clima fresco y de lap ráctica que tendría con Jack, sino que Daniel tenía un plan entre manos, sin que Josué se diera cuenta. Él estaba sentado en el tren, vislumbrando las montañas, observando que estaba llegando al reino de Woltef. Daniel fue recibido por los guardias y encaminándose al palacio. Al llegar a las puertas estaba Jack conversando con Mercedes.
—¡Buenos días, Daniel! —Le saludó Mercedes, alegre.
—¡Ho-ho-hola! —Exclamó, nervioso, sus ojos brillaban—. ¡Bu-bu-buenos días... para ti también! No pensé verte por aquí.
Jack estaba apretando sus labios para no reírse por el nerviosismo de Daniel.
—¡Lo mismo digo! —Dijo ella, girándose hacia Jack—. Te esperamos mañana a esa hora. Hasta luego, Jack.
Ella se despidió de Daniel, gesticulando y siguiendo de largo, y Daniel la observaba alejarse.
—¿A qué irás mañana a Gonr? —Le preguntó a Jack, dándole la espalda.
—¡A mí también me alegra verte, Daniel! —Dijo Jack, curvando su sonrisa—. Un favor que me solicitó y su madre requiere de mis servicios. No seas solo, no pasará nada entre nosotros—Agregó, riéndose y caminando hacia el otro lado—¡Acompáñame!
—No soy celoso—Susurró incomodado Daniel con el comentario.
Jack y Daniel subieron la escalinata, dirigiéndose al tercer nivel, encaminándose por el corredor, acercándose a una puerta que veían al final la cual estaba cerrada por un candado. Habían llegado, Jack estaba buscando entre las llaves hasta conseguir la que abría la puerta, permitiendo que Daniel ingresara primero.
Al entrar, era un pasillo largo y delgado, en dónde se veía dos puertas al final. En la parte superior de ambos lados de las paredes estaban unos candelabros encendidos. Jack había entrado, mirando hacia atrás, percatándose que no hubiera personas merodeando por el corredor, cerrando con cuidado y posando su mano sobre la cerradura hasta pronunciar "¡Odalegnoc!". De la palma de la mano de Jack salió una esfera morada, introduciéndose en la cerradura; Daniel no entendía que había pasado.
Ambos avanzaron, en silencio, solamente podían escuchar el sonido de sus zapatos sobre el suelo de mármol. Daniel decidió buscar conversación.
—Jack—Habló Daniel, dándose cuenta que su voz había hecho eco, asustándose y bajando el volumen—¿Qué...le hiciste a la cerradura?
—La congelé, para que ningún habitante de Woltef pueda entrar mientras estamos practicando—Le respondió—. Sé que no lo harían, pero nunca se sabe.
—¿Hacia dónde vamos?
—Lo que estás por conocer, está inspirado en el Hogar de Hélix—Le respondió—. No pensarás que íbamos a entrenar un poder especial a la vista en el Campo de las Flores Ortneda, ¿verdad? —Le preguntó mirándolo, por la expresión de Daniel, le indicaba que realmente creyó que sería ahí y Jack se río—. Recuerda que Woltef es conocido por el reino de las sorpresas. A donde vamos únicamente entramos los reyes de Woltef, pero esta vez lo conocerás tú.
Habían llegado. Jack estaba sacando las llaves para abrir la primera puerta que era de dos alas, quitando el candado y empujándolas, cegando la vista de Daniel por la luz que había emergido. Daniel estaba boquiabierto.
Era un sitio espacioso y rodeado de grama, con algunas flores y plantas, en el medio estaba una pequeña laguna y ahí dentro estaba una piedra alta. Del lado derecho se encontraba un enorme árbol. Al fondo se observaba una cascada. Daniel había ingresado, pisando la suave grama y sin dejar de contemplar lo esplendoroso que era ese lugar, acompañado del sonido de la cascada, desviando su mirada hacia el techo y caminando hacia la laguna, observando un grupo de turpiales y otras aves volar entre las ramas del árbol. Daniel estaba agachándose frente a la laguna para observar su reflejo, introduciendo su mano y erizándole la piel por el agua helada.
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Acalúria © ✅ #PGP2024
FantasyDaniel Rausseo, un muchacho de destacada inteligencia y un tanto peculiar, quien recibe en su cumpleaños número dieciocho una misteriosa carta, en dónde le comunican que es hijo de un importante rey y debe tomar posesión del trono del reino Acalúria...