8 - Adiós, Margaret

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Primero de enero, nueve en punto de la mañana, Daniel estaba dormido, arropado en sus sabanas; el silencio en su habitación lo hacía sentirse tranquilo. Se colocó en pie, avanzando hacia la ventana aún medio dormido, mirando las cordilleras blancas, y recordando que en este mes llegaría Margaret, aunque no le dijo que día exactamente. Jack estaba abajo con la maleta en la mano, llevando unos regalos que le dieron y despidiéndose de las personas. Daniel había salido porque sabía que él se iría temprano, dirigiéndose al vestíbulo, en donde Jack se despedía de una señora que lo abrazaba, girándose y encontrándose con Daniel.

—¡Nos vemos después del quince, Daniel! —Expresó—, o quizás antes. Vendré para el cumpleaños de Amy.

—¡Vuelve pronto!

—¡Gracias por aceptarme durante diciembre! —Le dijo, curvando su sonrisa de medio lado y volteándose.

Daniel veía como se alejaba, en dónde Jack cruzaba hacia la estación. Ahí estaba el tren, esperándolo, Jack había puesto un pie en el escalón para subir y sujetándose de la puerta.

—¡Espera! —Gritó Daniel, apareciendo, Jack se giró hacia él—. Necesito preguntarte algo. ¿Me regalas unos segundos?

—¿Qué quieres preguntarme?

—No te lo quise preguntar porque...no es que sienta vergüenza, solo que no sé cómo, y no nos conocimos mucho durante tu permanecía, ni siquiera somos amigos—Le explicaba, Jack lo seguía mirando—, pero...me gustaría saber... ¿Por qué Josué y tú se odian? ¿Qué fue lo que él te hizo para que naciera esa enemistad?

Jack seguía viéndolo, en silencio, luego se dirigió hacia Daniel, tocándole el hombro.

—Tienes razón; no somos amigos—Expresó, Daniel se sintió intimidado con aquellas palabras—, y si tuviera un amigo, no lo traicionará como hizo él con una persona que conozco, y es lo que Josué planea hacer contigo si le das ese paso—Le advirtió, echándose hacia atrás—. Dame tiempo, y si lo hago...es porque te considero mi amigo.

El tren estaba marcando la marcha. Daniel estaba firme en el fondo, viendo cómo se iba alejando. De pronto, Jack había sacado su brazo hacia afuera, alzando su pulgar y el tren se arrancó rumbo a Woltef.

Daniel se había quedado intrigado, sobre todo lo que le dijo sobre Josué, que él quería hacerse su amigo para luego traicionarlo. Él no podía creer aquello, Josué, a simple vista, se veía un muchacho carismático y que no quería generar problemas, sino sencillamente resolver en su discurso de posesión. Él estaba comenzando a dudar de si Jack solamente quería ponerlo en contra porque momento, Josué no ha emitido quejas contra él, o por lo menos no lo ha presenciado.

Daniel estaba sentando en el jardín, con el clima nublado y leyendo el libro. El libro lo sumergía; era fascinante todo lo que contaba; olvidaba por completo su entorno, de pronto escuchó que pronunciaron su nombre en el palacio, alzando su mirada y era Amy que lo llamaba con la mano.

—¿Leyendo otra vez el libro? —Preguntó ella, observando el libro que lo llevaba en la mano.

—¡No sé cuántas veces lo he leído! —Confesó apenado y riéndose, Amy se reía también—¡Es realmente emocionante! Había escuchado de Rivero Costt por Babén, el primer vampiro que llegó a Narkef, pero no sabía que se había transformado así por un accidente químico, naciéndole un tercer ojo.

—Eso es lo que cuenta la historia, que él tenía un tercer ojo en el medio de las cejas, y el señor Santiago lo corroboró—Indicó ella, colocándose el dedo índice en su entrecejo—. Teniendo esa habilidad, tuvo la oportunidad para encontrar el campo detector de Narkef y llegar.

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