Capítulo 7

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Ella pudo dormir tranquilamente, podía pasar horas observándola dormir, dormía abrazándome como si de un oso de peluches se tratara.

Cuando abrió los ojos vio que los míos ya estaban abiertos y sonrió:— Buenos días—dijo con la voz ronca, se sentó y se estiró con los ojos cerrados, se restregó la cara un par de veces y se levantó.

Me levante seguido de ella, y fui al baño a hacer mi rutina matutina y bañarme.

Al bajar la vi en la cocina, la abrace por detrás y ella giró su cabeza y me dio un beso en los labios.

—Quiero ir a comprar el boleto de avión— dijo entre besos.

—Esta bien, pero de paso vamos a desayunar—asintió.

***

Al llegar a la cafetería, nos sentamos en una barra que estaba sola, Fiorella pidió algo al azar mientras que yo pedí un café con un pan con diferentes tipos de jamón y queso. Le reproche que no pidiese nada al azar pero no me oyo.

Cuando nos trajeron la comida ella miró su plato extrañada y yo comencé a comer tranquilamente, ella al probar arrugó la cara y yo la miré preocupado:—¿Qué sucede cariño? —le pregunté, y ví sus ojos aguados como si tuviera arcadas.

—No me gusta esto, la crema que tiene el huevo encima es de ajo y sabe horrible —dijo mirándome fijamente.

—Te dije que no pidieras eso, amor—dije acariciando su rostro—Toma—le pasé mis panes y ella negó.

—No, amor tranquilo.

—Come—le insistí.

Ella asintió :—Pero tú te comes el otro ¿Está bien? Sino no como nada—me amenazó.

—Esta bien—tomé el otro pan a regaña dientes y ella sonrió.

Terminamos y salimos de allí. Al subir al auto Fiorella tenía la mirada perdida: —Quiero irme a casa—me dijo Fiorella suavemente—, ya no quiero estar en Brasil, necesito estar allá, quiero ver si hago unos intensivos para terminar mi carrera lo más rápido posible.

Asentí, siempre me gustó su forma de pensar:—Nena, deberíamos esperar más para casarnos—dije mientras conducía al aeropuerto—, no quiero que sientas responsabilidades y termines tu carrera sin presión.

Ella negó.

—Esas las dos metas que tengo ahora, casarme y terminar mi carrera, después, pues, puede ser que tengamos un hijo—abrí los ojos asombrado.

—¿Lo has considerado?

—¿Qué tú no?—dijo sonrojada. Negué sincero.

—Pensé que aquel día que me lo habías dicho, lo habías dicho bromeando—ella negó—, no quiero hijo o bueno, no me había planteado tenerlos.

—Está bien—dijo y el silencio se hizo ver.

El aeropuerto estaba abarrotado de gente, llegamos a la oficina y el agente de viajes nos miraba expectante, Fiorella le explicó y rodó los ojos.

»No hay boletos en clase turista para esta semana, puedo permitirme pagar los boletos en primera clase—me explica—, quedaríamos para mañana a las seis.

No estaba de acuerdo con que estuviera tan apresurada en hacer todo.

—Pregunta si se puede pagar en dólares, yo los pago—dije tranquilo—, con mi tarjeta de crédito.

Ella le y el señor asintió. Le pasé mi tarjeta, y unos momentos después estábamos en el auto.

—¿Por qué no quieres hijos? —me preguntó.

Amor Eterno ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora