Capítulo dieciocho

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Me siento como una adolescente sin conocimiento alguno acerca de algo. Como si no tuviera experiencia en esto de que una persona te guste.

El temblor para nada se calmó al admitir que Benjamín me gusta, por supuesto que no. Solamente duró unos segundos, pero después el sismo se hizo más constante en mi, movilizando mi mundo aún más. Y ya no supe cómo controlar lo que su sonrisa, su voz, su todo él me genera. Incluso aunque no lo tenga frente a mi.

Pasaron dos noches desde que lo admiti. Y no fue para nada fácil estar cerca suyo al hacerlo. Tuve que concentrarme más de cinco veces en pintar sobre África, y no sobre sus hermosos ojos azules. Se despidió de mí regalándome la mejor sonrisa de todas, la cual sigue presente en mi cabeza como la mejor fotografía del mundo.

Y desde esa noche no supe más nada de él, ni siquiera respondió los mensajes que le mande. No se como tomarme eso. Aunque en realidad, tampoco se como manejar esto de que pese a su ausencia, lo siento aquí conmigo con cada pensamiento. Solo me basta cerrar los ojos para verlo aquí. Mi pulso se acelera con tan solo una imaginación, lo cual es extraño, ya que nunca me paso algo asi.

Después de mi experiencia con James, lo que menos quería, era sentir algo por otro hombre. Para mi eran todos unos malditos bastardos, y solo queria vivir conmigo misma, en paz.

Me basto conocer a Louis, Derek y Adam para darme cuenta de que no todos apestan. Pero con Benjamin claramente es mucho más diferente. Lo que él me transmite, no lo hacen mis tres amigos.

Benjamin me entrega una armonía constante. Cuando estoy con él, solo pienso en la persona que quiero ser, no en aquella que fui. O soy cuando estoy sola. En su presencia no siento miedo, y eso, teniendo en cuenta mi pasado, es extraño. Aunque bueno, todo se debe a la bondad que irradia, y quizás sin saberlo.

En fin, solo se que estoy hasta las nubes con Benjamín. Solo se que no dejo de subir, y que la altura es un tanto aterradora, pero me gusta. Quizás haya un posible impacto, pero no quiero pensar en eso. No quiero complicarme demasiado, ya suficiente con esto que estoy sintiendo a cerca de un hombre que tiene miedo de mostrarse tal cual es, y que aparta todo tipo de sentimiento. Su pasado lo hizo así, y solo me pregunto cual fue.

Desde que lo admití, no lo hablé con nadie. Lo único que hago es esperar una respuesta a los mensajes que le envíe. Me he convertido en ese ser que no quería. Me siento de diecisiete años.

—En la cocina te he dejado los medicamentos —me dice Tate entrando a la habitación. Había cogido un resfriado, tal como lo pensó Benjamin al verme desabrigada.

—Gracias —le respondo y me acomodo aun más en la cama. Mi amiga se acerca a mi y lleva una de sus manos a mi frente, y luego a mi mejilla.

—¿Quieres que me quede?

—No, Tate. Estamos casi a fin de mes y tienes mucho por hacer. No quiero que te retrases por mi culpa. Es solo un resfriado, nada grave. Voy a estar bien.

—Esta bien. Pero cualquier cosa me llamas ¿de acuerdo? —asiento, y sin querer, o mas bien por costumbre, ojeo mi celular. Nada— Ya vas a saber de él.

—Solo estaba viendo la hora.

Tate se ríe.

—Eres una pésima mentirosa.

—Lo sé. No quiero ser de esas chicas.

—Todas lo somos en algún momento, es algo inevitable.

—Apesta.

Se vuelve a reír.

—Es lo que pasa cuando nos gusta un chico —la miro— ¿Crees que por mas que no me lo hayas dicho no iba a saberlo? ¡Por favor, Ava! Las amigas tenemos un radar para estas cosas —suspiro pesadamente — No te preocupes, en la noche hablamos sobre esto. Ahora debo irme, te quiero —besa mi frente— Recuerda llamarme si necesitas algo. Y tienes prohibido hablarle —me señala con el dedo índice.

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