Capítulo treinta y siete

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Me encuentro en la sala del juicio oral. Mis manos están temblando, no puedo controlarlas, no puedo hacer que se queden quietas.

El padre de Benjamín es mi abogado, él se ofreció a llevar el caso. Debo decir que agradezco que a mi lado esté una persona que dentro de todo me conoce un poco mejor que cualquier otro abogado de la ciudad, además, confío en su trabajo.

Hans intenta calmarme, me dice lo que escuche venir de todos, sólo que de una manera más profesional. Le agradezco con una sonrisa y bebo por completo el vaso de agua.

Y mi estado emocional vuelve a ser un torbellino cuando James entra a la sala y se sienta del otro lado, junto con su abogado. Sus ojos se posan en los míos y desconozco al hombre que me está mirando, aunque a decir verdad, creo que hace bastante tiempo que no lo conozco.

Aparta su mirada de forma inmediata, y asiente ante las palabras que le está diciendo su abogado.

Ingresa la señora jueza y en la sala nos ponemos de pie para recibirla. Lee nuestro caso, y nos mira a ambos. Llama a un testigo manteniéndose con cierta frialdad, y Carmen es quien se presenta como tal.

Cuenta la situación que vivió cuando James se presentó en el hotel a preguntar sobre mi. El abogado de James quiere ponerla nerviosa, y hacer que dude de la verdad de sus palabras, pero Carmen se mantiene en la misma postura, y su discurso no se torna para nada nervioso.

Miro a James y sus ojos están sobre sus manos, escuchando cada palabra. Parece darse cuenta de que lo miro, y sus ojos se encuentran con los mios.

Me pregunto dónde quedó aquella persona amable, dulce, y atenta que alguna vez conocí. Me pregunto dónde quedó aquel James que me hacía doler el estómago de la risa, y me hacía sonreír con sus detalles.

Nunca voy a saber qué fue lo que lo llevó a cambiar tanto. Podría ser culpa del alcohol, pero creo que hay algo más, algo que no se entiende ni voy a entender nunca.

Es una lastima saber que la persona que una vez me hizo sonreír, y me hizo sentir feliz, hoy esté en esta situación, nos haya traído hasta aquí. Y es una pena que hoy esté siendo esta persona que me asusta, y me genera rechazo.

Duele saber que dejó marcas en mi cuerpo, marcas que él mismo produjo o que me hice yo misma a causa suya. A veces la persona que más tiene que amarte y cuidarte, es la que en peores situaciones te deja.

Me pierdo en mi mente, en mis pensamientos, en los ojos de mi agresor y me olvido de donde me encuentro. Hans tiene que llamarme más de dos veces, seguramente, para que sepa donde estoy y para que me de cuenta de que la jueza está esperando por mis palabras.

Y luego de jurar por mi verdad, comienzo a hablar. Mis ojos se llenan de lágrimas ante los recuerdos, pero el hecho de saber que afuera de ésta sala está todo lo que me brinda paz, me hace sentir bien entre las series de recuerdos que me pretenden dañar.

No me van a dañar, ya no. Ya no soy esa Ava débil. Hoy soy fuerte, y puedo contra esto y más. Puedo, realmente sé que es así.

Mientras confieso el terror de mi pasado ante la justicia, James no me mira, nuevamente su mirada está perdida en sus manos. En aquellas que manos que alguna vez me acariciaron, para luego causar dolor.

Termino mis palabras, sin sentirme intimidada o nerviosa. Contando lo que tuve que vivir a causa de este hombre.

Cuando mis palabras terminan, llaman al acusado. James pasa por mi lado, y un escalofrío me recorre de pies a cabeza. Pero todo va a estar bien. Hoy estoy bien.

James mira a la jueza, mira a su abogado que le asiente con la cabeza como si le estuviera recordando que tiene que hacer o decir, y luego me mira a mi, niega con la cabeza y finalmente suspira.

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