Capítulo treinta y dos

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—¿Y cómo está todo en tu vida? —le pregunto a Oliver. Me había llamado mientras preparaba mi valija. Es bueno saber de él. Fue muy bueno conmigo, y siempre estuvo atento a mis necesidades, mientras que James y sus amigos, solo se reían de mí.

—Todo está marchando bien. Mi madre está mejorando.

Sonrío.

—No sabes cuánto me alegra oír eso.

—Todo fue gracias a tu ayuda, Ava. No sé como agradecerte.

—Ya lo has hecho. Has logrado que me salven de un infierno.

—¿Y qué sabes sobre eso? Es decir, sobre el juicio.

—Aún no me informan nada. Ya sabes como tardan estas cosas —suspiro— Pero ya conseguí un buen abogado, confío en él y en que la justicia va a responder de buena manera.

—Eso tenlo por seguro. Tienes todas las fichas de tu lado para ganar. Ya se acabó eso, Ava —cierro los ojos. Las pesadillas de esos días parecen volverse más presentes que nunca. Pero Oliver tiene razón, ya se acabo. Tengo que pensar en el hoy.

—Lo sé...

—Además, te noto mucho mejor que la última vez. Eso me agrada, y sospecho que hay un escritor detrás.

Sonrío, y la sonrisa se transforma en una risa feliz.

—Sospechas muy bien. Benjamin me está ayudando a encontrarme. A decir verdad, todos lo hacen.

—Pero lo de él es más especial.

—Exacto.

—Disfruta de esto entonces. Es bueno saber que has dejado que un hombre entre a tu vida luego de tanto.

—Él es diferente.

—Lo noto. He visto su mirada la noche en que les hablé de ti, ese hombre te quiere.

—Y me hace sentir así.

—Es todo lo que necesitas. Sentirte querida.

—¿Y tú? ¿Ninguna chica por ahí?

Se ríe.

—Sólo mi madre.

—¡Oh, vamos!

—En serio.

—No te creo.

—De haber una chica, te lo diría.

—Mmm, está bien.

—Sigues sin creerme —puedo estar segura de que lo dice sonriendo.

—Por supuesto.

Se vuelve a reír y sonrío.

—Así que... ¿Europa?

—¡Si! —grito feliz— Estoy muy contenta.

—¡Lo mereces! Quiero que saques muchas fotos, y que me regales un cuadro. Si no es mucho pedir ¿de acuerdo?

—De acuerdo.





No puedo creer que estoy esperando el anuncio de mi vuelo. Mis manos tiemblan, en mi rostro hay una sonrisa, la cual es muy difícil de quitar. Mi corazón late tranquilo, y cada latido me hace sentir más feliz. Mis pies están inquietos, a simple vista puedo lucir como si fuera a volar por primera vez y eso me llenara de miedo. De hecho, si, voy a volar por primera vez, pero no tengo miedo. Los movimientos de mi cuerpo son de felicidad.

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