Ava le grita al vacío del bosque, se abraza a ella misma y continúa con sus gritos desgarradores.
Me pongo de pie, y siento que un terrible temor recorre cada maldita partícula de mi cuerpo. Ahora ella clava sus uñas en sus frágiles brazos y se lastima. Sus gritos y su alucinación dañan su alma, sus rasguños dañan su cuerpo y me dañan a mi.
Me desespero. Siento temor, quiero que pare. Quiero que se detenga porque verla actuar así, me daña.
Me siento culpable por haberla sacado del departamento, cuando lo que ella quería era refugiarse. Me siento mal por Ava, me siento triste. Me reflejo en el ángel con alas rotas que tengo frente a mi. Me veo en sus lágrimas, en su dolor y quiero que pare.
Le grito que se detenga, pero no me hace caso. Está encerrada en su mente, en sus miedos, en su dolor.
—¡Ava, detente!
—¡No te acerques a mi, James! —me empuja. Me mira con odio, y me aleja de su lado. Me vuelvo a acercar y me insulta.
—Soy yo, soy Benjamin. Por favor, detente.
Me vuelve a empujar. Sus manos están en mi pecho y me aleja de ella con empujones bruscos.
Una vez me encerré tanto en mi mente que llegué a pensar en el suicidio. Esa noche mis ojos estaban hinchados de tanto llorar, rojos de tanto alcohol que había consumido.
Esa noche me dolía el cuerpo, el alma. Me dolía vivir. No podía estar ni un segundo más en un mundo sin mi familia. No podía seguir sin ellos, y sólo quise acabar con mi dolor.
Si me muero voy a estar con ellos, pensé. Si dejo de estar en un mundo donde ellos no están, los voy a ver del otro lado.
Pero lo que sucedió esa noche, fue algo inexplicable. Cuando fui a buscar una gran cantidad de pastillas y así poder dormir para siempre, encontré una carta, en el mismo cajón en donde estaban las pastillas. No recordaba haber visto ninguna carta allí antes.
Me la había escrito Tracy cuando estaba embarazada de Marvin. Me decía cuánto me amaba, y cuanto el hijo que llevaba en su interior me iba a amar.
Con su propia y hermosa caligrafía, Tracy me deseaba la mayor felicidad, incluso en el caso de no estar más juntos. Me lo deseaba porque había sido su mejor momento, su gran momento con pizcas de eterno.
Recuerdo que lloré mientras leía. Sus palabras fueron una caricia al alma, a mi dañado y frío corazón.
Esa noche no tomé pastillas. Sólo me dormí, y soñé con ella, con Marvin. Ambos me sonrieron, como si estuvieran contentos de que no haya hecho nada estúpido.
En el sueño, Tracy me sonrió y me dijo estamos bien, y quiero que tú lo estés. Sinceramente no sé cómo explicar la fuerza que vino desde el paraíso para decirme que me detenga, que algo mejor va a venir.
Y ahora que veo a Ava en esta situación, temo porque el pensamiento de muerte se haya instalado en sus sentimientos cargados de tristeza.
Porque así funciona, las ganas de morir se instalan cuando estás débil y sin ganas de seguir. Se abraza a tu dolor, y te consume. Te rompe en añicos y al parecer, nadie puede recoger los pedazos. Nada puede sacarte de donde estas.
Aunque en realidad, sólo basta con quitarse la venda de los ojos. Sólo basta con decirle a ese maldito demonio que hoy, no te va a atacar. Ni hoy, ni mañana. Que se acabó.
—Ava, soy yo. No voy a hacerte daño.
Por favor detente. Espero que me perdones, por favor.
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RomansaLos momentos que realmente te marcan, son los que te llevan a elegir el camino a seguir y Ava sabe de eso. Su vida tuvo más momentos difíciles que días de paz. Harta de vivir con miedo, decide escapar, comenzar de nuevo, quiere volver a ser esa chic...