Capítulo treita y ocho

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—Galería de Gael Tanner, ¿en qué puedo ayudarle? —me atiende una voz femenina.

—Hola, buenos días. Esto... ¿se encuentra Gael?

—¿Quién desea hablar con él?

—Ava —suspiro— Soy Ava Jensen. Conocí a Gael en Italia, quizás si le dice eso le sea más fácil reconocerme.

—De acuerdo. Aguarde en línea un momento.

Y por supuesto, la música de espera invade mi oído con el sonido tan hermoso del piano.

Camino de un lado al otro en la casa de Benjamín, esperando por la respuesta de Gael.

—Lo único que falta es que se haya olvidado de mí —le digo a Benjamin, quien deja la notebook a un lado para mirarme. Y también para reirse.

—No seas tonta, dudo que se haya olvidado de ti.

—Está tardando mucho.

—Ava, tal vez esté ocupado.

—No, se olvidó de mí. Estoy segura de que en estos momentos le está diciendo a su secretaria que no conoce a ninguna Ava Jensen y...

—Hola, Ava —me interrumpe alguien al otro lado del teléfono. Es Gael.

—¡Gael!

Benjamin niega con la cabeza, y se ríe, para luego seguir con lo suyo.

—Siento haber tardado, estaba terminando un trabajo.

—Está bien, lo entiendo.

—¿Cómo está, señorita Jensen? Dígame por favor que me ha llamado porque ha pensado en lo que le dije.

—De hecho... sí.

—¿Voy a escuchar buenas noticias?

—No lo sé ¿aún estoy invitada?

Gael se ríe.

—¡Por supuesto que lo está! Y hasta me tomé el atrevimiento de hablar de usted a varios de mis colegas. Estaba completamente seguro de que me iba a llamar, y menos mal que no me equivoque, porque realmente quieren conocerla.

Escucho esas palabras y me dejo caer en el sofá que Benjamin tiene en la habitación del escritor. Él me mira un poco asustado, pero al ver mi rostro se ríe. Hoy estoy muy graciosa para Benjamin Parisi.

Gael me tiene mucha confianza. De hecho demasiada como para hablarle a sus colegas de una extraña que conoció en Italia. Una chica que se considera un intento de artista.

—¿Ava? ¿Sigue ahí?

—Yo... sí, aquí estoy.

—¿Dije algo malo?

—No ¡por Dios, no! Al contrario —se ríe— Solo no esperaba tanta confianza.

—Creo que usted no se da cuenta del increíble talento que lleva en sus manos. Confío en usted porque reconozco cuando alguien tiene talento.

—Gracias, Gael. En verdad gracias.

—No hay de que —suspira y hasta tal vez sonríe— ¿Entonces? ¿Cuento con su presencia?

—Desde ya que sí.

Se ríe.

—Me pone muy contento escucharla decir que sí a esta oportunidad.

Sonrío y miro a Benjamin. Tiene el ceño levemente fruncido hacia lo que sea que esté leyendo.

—¿Gael?

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