Capítulo dos

22.7K 1.4K 209
                                    

(Foto de Benjamín en multimedia. El actor que lo representa es Richard Madden)



El sonido fatal del despertador logra quitarme de mi profundo sueño. Me dormí con el libro de Benjamín a un lado, y resulta que soñé con la historia del mismo. 

Había avanzado lo suficiente como para poder soñar con sus protagonistas, y con esa escena hermosa que tuvieron en las montañas. Una vez más Benjamín logró que me enamore de sus personajes, de sus palabras, una vez más logró que me pierda tanto en su historia llegando al punto de quitarme el sueño. Es increíble el poder que tenemos algunos lectores, la pasión que sentimos por la literatura nos lleva a terminar un libro en lo que canta un gallo. Con unas horas de lectura, había llegado a la mitad de la historia.

Me dormí de madrugada, y mi rostro me lo hace saber. Mala cara para empezar el primer dia de trabajo, pero nada que no se pueda solucionar con un poco de maquillaje. Me cubro las ojeras, me coloco un poco de rimel, y ya, suficiente. Soy de las que prefiere algo más natural y no tan extravagante.

No pienso tanto en la elección de la ropa, ya que de seguro tendré que usar un uniforme. Así que me coloco una camiseta sin mangas color coral, un jean azul, y zapatillas blancas. Me ato el pelo en una coleta alta, y bajo al piso principal del hotel, tengo tiempo para desayunar antes de partir.

No hay nadie en el comedor, solo se escucha la tranquila música que resuena desde los parlantes.

—¿Ava? —la voz de Carmen me hace voltear.

—Buen día —le sonrío y observó el comedor— ¿Soy la primera en llegar?

—De hecho, casi nadie desayuna aquí. Al parecer se despiertan tarde y no tienen tiempo.

—Oh, entonces... desayunaré algo afuera.

—Nada de eso, el que te haya dicho eso no quiere decir que no te voy a ofrecer el desayuno. Además, no hay nada mejor que un desayuno en casa.

Sonrío ante su amabilidad, ante su ternura y bondad. Esta señora te hace querer abrazarla, y no soltarla nunca.

—Y no sabe cuánto le agradezco eso, el desayuno es mi parte favorita del dia. El desayuno y el atardecer.

Eran los dos momentos en los cuales me encontraba sola en Minnesota, y siempre los disfrutaba. Disfrutaba de mi propia compañía, del silencio, de la paz, hasta que volvía la tormenta.

—Ava, quiero que de ahora en más dejes de tratarme de usted. Eres mi huésped favorito aquí, y quiero que me trates como si fuera... una abuela —sonríe.

—¿Cómo es posible que sea su... tu favorita cuando llegue ayer?

Se encoge de hombros.

—Eres la única que se detiene a hablar con nosotros aquí, y eres la única que me aceptó una taza de té.

Le sonrío. No entiendo por qué no le aceptarían una taza de té, o por qué no se detendrían a intercambiar unas cuantas palabras con ella y Louis, ambos son unos ancianos tan amables. La gente suele tomar a los ancianos como inútiles, los evitan porque son solo personas grandes, pero no se dan cuenta de todo lo que podemos aprender de ellos. Son mis personas favoritas en el mundo, definitivamente.

Comparto un desayuno con Carmen, y conversamos de forma animada. Le cuento acerca del libro de Benjamín, y al ver su emoción, le prometí prestárselo una vez que lo termine.

Observo la hora y me doy cuenta de que debo irme, así que me despido de ella y le dejo mis saludos a Louis, que según lo que me dijo Carmen no es muy madrugador.

Palabras en el viento DISPONIBLE EN AMAZONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora