La cita

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-Draco... No estoy segura que me gusten las sorpresas- venía diciendo Hermione.

-Esta te gustará- le aseguró.

Draco le había colocado una venda en sus ojos y la tenía tomada por los hombros haciéndola avanzar, llevándola a quién sabe dónde. No podía ver e intentaba con todas sus fuerzas de forzar sus otros sentidos para averiguar a dónde se dirigían y por donde. Había escuchado el sonido de hojas tocadas por el viento y con sus manos había sentidos varios troncos. Una brisa fresca de vez en cuando se colaba y rozaba su rostro.

-¿Estamos caminado por el bosque prohibido?- le preguntó.

-Sí.

-¿Acaso no sabes lo que significa la palabra prohibido?- inquirió deteniéndose repentinamente.

-¡Vamos, Hermione! No vengas ahora con eso de respetar las normas...

-Pero es peligroso- insistió ella negándose a volver a caminar pero no haciendo ningún esfuerzo para quitarse la venda de los ojos y marcharse.

-No lo es. Ya vine muchas veces por este camino... Dale... Vamos, confía en mí.

Draco le tomó la mano y tiró suavemente. Al principio puso resistencia pero luego se dejó arrastrar por él que de vez en cuando le advertía si había algún obstáculo que superar en el camino. Agradecía haberse puesto zapatillas y ropas cómodas sino se hubiera arrepentido con esa pequeña travesía a través del bosque.

Caminaron en silencio durante un tiempo no muy largo hasta que Draco la hizo detenerse.

-Te quitaré la venda pero no abras los ojos hasta que yo te lo diga- le dijo.

Hermione asintió mientras lo sentía delante de ella. Como no veía, su boca sobre la suya la tomó desprevenida pero antes de que pudiera comenzar a devolverle el beso Draco se apartó. Sintió que la venda caía.

-Abre los ojos- le dijo él.

Ella hizo lo que él pedía y sólo vio su cara muy cerca.

-¿Te gusta lo que ves?- le preguntó Draco.

-Solo veo tu rostro- le contestó ella sonriendo.

La sonrisa de Draco se hizo seductora.

-Por eso- le dijo.

Hermione rodó los ojos y dio un paso hacia atrás riendo. Pero cuando sus ojos se toparon con el paisaje que tenía delante dejó de reír y se quedó con la boca abierta. Aquello era impresionante. Los árboles eran tan tupidos que sólo dejaban entrar algunos pocos rayos de luz que como guirnaldas tocaban el suelo y hacían brillar la superficie de un arrollo de agua traslúcida que se colaba entre los árboles. Hermione rememoró las viejas imágenes de los cuentos fantásticos que se su madre le contaba de pequeña. Aquello era igual de maravilloso. Se escuchaban de vez en cuando pequeños trinitos de pájaros que añadía un toque de tranquilidad al ambiente.

-Es... maravilloso- dijo sin quitar la vista de aquel paisaje.

Draco la tomó de la mano de nuevo y juntos caminaron hacia el arrollo. Con la ayuda de su varita él hizo que aparecieran pequeñas rocas por donde cruzar hacia el otro lado.

Caminaron unos metros más y él le dijo que guardara silencio mientras le señalaba un punto sobre un inmenso Pino que parecía tener cientos de años. Hermione contempló allí y abrió inmensamente los ojos al ver que en varias ramas de ese sitio se encontraban una considerable cantidad de Fénix. Nunca antes había visto una cosa como aquella. Parecía ser una bandada salvaje que había ido a reposar en aquel sitio.

-Vienen una vez al año- dijo en un susurro Draco- Dumbledore me lo contó con la condición que nunca revelase a nadie cómo llegar aquí.

De repente, una de esas aves comenzó a aletear y las demás lo imitaron hasta alzar vuelo. Algunos cayeron en picada hacia donde ellos estaban, obligándolos a agazaparse contra el suelo, pero no les hicieron daño. Solamente cruzaron volando a gran velocidad, hicieron unas cuantas vueltas a su alrededor y se perdieron entre los árboles dejando detrás de ellos un gran silencio, como si nunca hubiese estado allí.

Enamorando a HermioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora