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Marylise.

Bien..., aquí me tienes para hacer realidad lo que me prometiste Habla, con suficiencia. Empieza ya, pequeña.

Jamás había sentido tanto pánico e impotencia. Jamás había experimentado éste grado de miedo y ansiedad que amenaza con acabar conmigo.

No quiero hacer esto. No, no puedo, no quiero.

— ¿Enserio vas a hacer que te obligue?— Inquiere, con falsa incredulidad, pero genuina elocuencia.

No me muevo, no digo nada. No lo hago porque tengo miedo a las consecuencias que eso pueda ocasionar. No lo hago porque me aterra el sólo hecho de pensar que pueda volver a lastimarme si digo algo que él no quiera escuchar. Prefiero no hablar porque así me siento más segura.

Tengo que hacer lo que me pide si no quiero que me haga más daño, tengo que obedecerle aunque eso signifique darle la razón. Tengo que hacerlo, no porque quiera, si no porque me aterra lo que pueda ser capaz de hacerme si me niego.

—Marylise...— Su voz se escucha cansada, sé que está molesto—. Prometiste que ibas a hacerlo— Me recuerda, en un tono ya más frustrado.

Es hasta entonces cuando me mira. Logrando que lo poco que pude estabilizarme se vaya al carajo.

Mi labio inferior comienza a temblar y las lágrimas pican en mis ojos rogando por salir. Limpio las gotas saladas que lograron escaparse con el dorso de mi mano y trago con fuerza el nudo de mi garganta para que éste se vaya y me permita respirar con tranquilidad, pero fallo en el intento.

Me acerco a él a pasos cortos, mientras sus ojos siguen cada uno de mis movimientos, manteniendo un semblante serio y su mandíbula apretada con fuerza. Suelto un suspiro entrecortado y trato de no mirarlo cuando me hinco frente a él.

Algo pasa por mi mente en ese momento y siento la necesidad de decirlo. No sé si vaya a resultar bien esto que diré, pero tengo que decirlo; tengo que recordarle que él también me prometió cosas que claramente no cumplió.

Contengo las ganas que tengo de llorar y suelto una larga exhalación para después mirarle, preparándome para hablar.

—Y tu prometiste que no me harías daño— Le digo, mi voz se quiebra en las últimas palabras sin que pueda evitarlo.

Después de lo dicho, solo existe el silencio. He notado que para este punto, su expresión ha cambiado, ya no es la misma de hace unos instantes cuando me amenazaba y yo temía por mí integridad física. Su entrecejo sigue fruncido y los músculos de su mandíbula siguen tensos, haciéndolos sobresalir, pero ciertamente ya no parece tener una expresión de furia, enojo y/o frustración en su rostro, es distinta, pero no logro descifrar el sentimiento que abruma a sus facciones, tampoco el motivo que lo causa.

Noto como abre su boca para hablar pero después de unos segundos termina por cerrarla. Nunca había visto eso en él, el dudar en decir algo, siempre dice lo que piensa sin importarle nada.

Percibo como su mirada divaga en algunos puntos fijos a mis espaldas. Sé que está pensando en algo, ya que sus facciones lo delatan. Quisiera saber en qué piensa, pero no tengo ni idea. Sus ojos viajan desde la pared detrás de mí hasta mi cuerpo, observando las rojeces de mis muslos y luego las de mis muñecas. Finalmente sus ojos aterrizan en los míos y suelta un suspiro, pero no dice nada.

¿Qué le pasa? ¿Estará así por lo que le dije?

No sé por qué se esté comportando así, pero lo que sí sé es que quiero salir de aquí, ya no quiero estar con él, no ahora; no estoy segura si ya no quiero verlo nunca, pero si sé que hoy ya no. Y si quiero que este día a su lado acabe, tengo que hacer lo que le prometí, aunque no tenga ni idea cómo empezar.

Teach me math, baby » H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora