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Marylise.

—No puede ser— Fue lo último que mencionó antes de que reinara el silencio en la habitación.

Se lo dije todo. Le conté absolutamente todo lo que me ha pasado estos últimos seis meses. Ese peso de encima que siempre cargaba al ocultarlo todo, hoy se fue, y nunca me había sentido tan aliviada antes. Se siente bien decirle a alguien esto. Se siente bien desahogarte.

Ya llevamos varios minutos así. Ella mantiene su vista fija en algún punto en el piso y yo la miro de vez en cuando para corroborar que pestañea.

Cuando le conté sobre lo que hicimos antes, el cómo él me convenció, el cómo fui aceptando poco a poco tras descubrir lo bien que se sentía lo que él me hacía; ella no reaccionó tan mal, sólo se sorprendía, pero no pasaba de ahí. En cambio, cuando le conté que me entregué a él completamente, entonces reaccionó mal. Se puso a cuestionar sobre si lo que había dicho era verídico, en si realmente había pasado porque no podía creerlo. Yo le repetí varias veces que sí, que sí pasó, que yo quería que pasara. Le aclaré que yo había insistido que lo hiciéramos cuando ella insinuó que fue Harry quién me había obligado.

Él no me obligaría a tener relaciones. No entiendo por qué las personas piensan que, si estás con alguien que te lleva muchos años, alguien mayor a ti, entonces es porque esa persona te obliga a estar con él. No entiendo por qué, al saberlo, rápidamente piensan que te están amenazando o cualquier otra tontería, cuando en realidad no es así. Harry no haría eso conmigo; no lo ha hecho hasta ahora, no lo hizo ayer cuando tuvo oportunidad, cuando yo le di la oportunidad.

Cuando esto ha pasado antes y yo me negaba a hacer lo que me pidiese, él se enfurecía conmigo y no me hablaba por más de una semana. Pero ayer no pasó eso, sino todo lo contrario. Logró comprenderme, no me gritó, no se molestó, no me miró de esa forma tan aterradora e intimidante cuando está enojado conmigo, no pasó nada de eso; él tan sólo se acercó, me besó, me llamó cielo, y después se marchó.

Tal vez esté cambiando por fin. Tal vez hizo eso para demostrarme que realmente sí le intereso, que sí le importo como lo había jurado hace ya un tiempo. O tal vez simplemente lo hizo porque yo lo amenacé diciéndole que, si lo hacía, esta cosa extraña entre él y yo terminaría para siempre; y no quiere que termine porque quiere seguir utilizándome para satisfacerse.

Desearía que fuese la segunda opción, pero soy tan pesimista (realista), que me inclino más por la última. Es la más probable, la más creíble.

— ¿Cómo pudiste hacerlo?— Inquiere, asombrada, tras un largo rato de absoluto silencio—. Pensé que yo perdería mi virginidad antes que tú.

— ¿Por qué?

—Bueno...— Me mira y frunce su boca brevemente—, es que te vez tan inocente.

No puedo evitar sonreír ante el comentario. No puedo evitar evocar el recuerdo de todas las veces que él me lo ha dicho.

—Eso mismo me dice él— Le confieso, y ella emboza una sonrisa de lado.

—Es que en verdad lo eres— hace una pequeña pausa y luego corrige—. Bueno, eso parecía.

—Yo era muy... tonta, digámoslo así, antes de conocerlo— Ella ladea su cabeza, dándome una señal para que me explique—. Yo no sabía nada de nada, y de repente llegó él y lo cambió todo, ¿sabes?— una risita nerviosa me asalta—. Al principio todo fue muy extraño y también, tenía miedo de él, de que me hiciera algo.

Teach me math, baby » H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora