Capitulo 9

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Capitulo 9:

Un grito agudo pero lejano me despertó, pero no de una forma alterada. Mis sentidos se activaron, pero solo pude abrir mis ojos. Giré mi cabeza y me encontré con el bosque rodeándome. Aún era de noche, aún la luna se elevaba en lo alto, pero no estaba tan segura de cuánto tiempo había estado durmiendo. Iba a apoyar mi mano en la nieve para levantarme, pero al intentarlo me resbalé. Mis ojos bajaron a mi cuerpo, dos patas, de pelaje blanco estaban frente a mí. Sentía la extremidad de mi brazo, y me sorprendí al notar que ya no sentía ese dolor ardiente. Entremedio de la nieve, un pequeño pedazo de yerba destacaba del blanco. Para verificar que no me estaba volviendo loca, llevé mi extremidad a ese pequeño hueco, pero la pata blanca fue lo que se movió. Mi pulso se aceleró e intenté mover mi otra extremidad, teniendo como resultado que la otra pata se moviera.

Ignoré todas las preguntas que rondaban mi cabeza e intenté levantarme, al principio me costó, era como si fuera la primera vez que me levantara, y luego recordé que eso era verdad. Me imaginé estirando la punta de mis dedos, y de mis dulces patas blancas, salieron cuatro garras de igual color. El miedo a lo desconocido desapareció, para dar pasó a la fascinación y el asombro. Sonreí, pero sentía algo detrás de mí moviéndose lentamente. Moví mi cabeza hacia atrás, mi asombro fue tal al ver un rabo blanco por debajo y negro por arriba, que di unos pasos hacia adelante para alejarme de eso.

Mis patas se sintieron débiles por el movimiento brusco, pero rápidamente recuperaron su fuerza. Intenté dejar de sonreír para ver si esa nueva extremidad se quedaba quieta, pero mi emoción me lo impedía. Reí fascinada con lo que estaba pasando, pero de mi hocico salió un gruñido. Me callé al instante, y el gruñido cesó. Era un perro, tal vez un lobo, de eso estaba segura. Pero cómo había pasado, no tenía idea. El recuerdo de David diciéndome que tenía olor a perro, pasó por mis ojos como un flash de cámara. Más preguntas se reunieron en mi mente sin que pudiera evitarlo. ¿Cómo pudo él oler eso? ¿Por qué nadie más? ¿Qué es lo que estaba pasando?

Recordé que me había peleado con mis amigos, no recordaba porque, pero estaba segura de que se preocuparían por mí si no me veían pronto. Por un segundo olvidé el hecho de que no era humana, y al empezar a caminar me sentí incómoda. Miré hacía donde antes tenía piernas, pero me encontré con dos pares de patas con pelaje blanco. Me removí incómoda y sin darme cuenta sacudí todo mi cuerpo mientras cerraba mis ojos, era un hecho que tendría que acostumbrarme a esto. ¿Volvería a ser humana o me quedaría así para siempre? Esa pregunta me alteró, hizo que mi corazón se acelerara.

Cuando logré calmarme empecé a caminar, al principio lento con temor a caerme, pero rápidamente le tomé confianza a mi nuevo cuerpo y empecé a trotar. Sentía mi cuerpo ligeramente más pesado, pero tenía una agilidad que me encantaba. La fuerza de mis patas era sorprendente, y no pude retenerme al deseo de correr. En pocos segundos llegué a las afueras del bosque y al prado del castillo. Un dolor extraño, entre dulce y agrio invadió mis fosas nasales, logrando que me detuviera. Mi respiración se había vuelto entrecortada por la carrera y el frío de la nieve, pero lentamente se fue serenando y mi cuerpo entró en calor por sí solo.

Mis ojos vagaron por los alrededores del bosque, y aunque me resultaba extraño verlo todo desde una distancia más baja, podía ver mucho más lejos que nunca. Olfateé el lugar, ese dulce pero horrible olor inundó mi nariz, era atrayente así que empecé a caminar hacia él. Pocos pasos después, encontré el cuerpo de alguien tirado en el piso. Poco a poco iba caminando más lento, pero al final, me atreví a ver porque ese cuerpo estaba tirado en el piso. Era un chico, que tenía su campera polar con varios agujeros de los que salía un líquido carmesí. Su cuerpo estaba boca abajo, pero su cabeza miraba de costado, del lado opuesto al que yo estaba. Nunca antes lo había visto, pero estaba segura de que era un compañero de la escuela.

Cazando sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora