Capitulo 19

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Capitulo 19:

La nieve cubría cada centímetro del piso, y eso hacía que nuestros pasos fueran tan sigilosos como los de un felino al asecho. Veía al demonio caminando delante de mí, y como sus manos se aferraban a la corteza de los árboles para evitar caerse y tomar impulso. Miré atrás de nosotros; el castillo se confundía entre la oscuridad de la noche. Ningún ruido llegaba a mis oídos, ninguna luz atrapaba a mis ojos, solo había oscuridad y silencio. Al frente de nosotros empezaron a aparecer huellas de botas; sin dudarlo, las seguimos.

El silencio cubría nuestros oídos, solamente se escuchaba la nieve al moverse. Y ese mismo líquido semi sólido al caerse de los árboles. Dejándonos ver que atrás de ese manto blanco, aún había una rama desnuda de hojas. ¿Dónde estaban las aves? Es cierto que era invierno, y que la temperatura era demasiado baja, pero siempre había un par de pájaros descansando sobre una rama, acechándonos desde las alturas. Pero ahora no. ¿Por qué?

“Ellos saben algo, los animales siempre saben cuando algo va a pasar”, razonó mi consciencia. “O puede que solo nos tengan miedo a nosotros dos”, me respondí mentalmente. Como sea, el silencio atormentaba el bosque y una pequeña brisa agitaba las ramas de los árboles, provocando que la nieve se callera. Ese era todo el ruido, después, no había nada.

Después de unos minutos llegamos a un claro donde las carpas de los cazadores se levantaban una al lado de la otra. Anibal y yo nos ocultamos detrás de unos arbustos y miramos como un grupo de cuatro cazadores estaban sentados alrededor de lo que aparentaba ser una fogata. Pero solo era un montón de ramitas de las que salían chispas doradas al aire. Apenas había fuego.

-¿Por qué no-no…no ponemos otro tronco?- tembló un cazador.

Parecía ser el más joven, solo era un chico; tal vez tenía 16 o poco más. Temblaba y no paraba de frotar sus manos para que la fricción le proporcionara un poco de calor, pero parecía que no le funcionaba muy bien que digamos.

-Porque no- se quejó otro de ellos, pero este cargaba una escopeta sobre su regazo y ya era todo un adulto.- Si hacemos una fogata, esas bestias descubrirán donde estamos, y vendrán a matarnos. ¿Acaso quieres que una de esas cosas llegue y te descuartice vivo, muchacho?

Rápidamente me tapé la boca con las dos manos, y evité que mis risas se escucharan. ¿Qué clase de imaginación tenían estas personas? Intercambié una mirada con Anibal, y noté que él también estaba conteniendo la risa.

-Yo escuché que todos ellos te chupan la sangre hasta que quedes como una pasa.

Una pequeña risa se escapó de mis labios, pero me cubrí la boca a tiempo como para que no me escucharan.

-Ustedes vieron a Jack- se quejó el último.- Ustedes vieron lo que le hizo la maldita.

El silencio cubrió a todos, y noté como Anibal se ponía tenso a mi lado.

-¿Qué-qué le pasó?- preguntó el cazador más joven.

Su voz había temblado, pero esta vez no estaba segura si había sido por el frío o por el miedo.

-Le habían clavado un cuchillo tantas veces en todo el cuerpo que las cortadas se mezclaban y su ropa estaba cubierta de sangre. Parece que murió congelado.

Le indiqué a Anibal que se movieran hacia un lado, pero este no dejaba de ver a los cazadores y ni siquiera me hacía caso. Yo quería hacer que dejara de escucharlos, pero él no cedía.

-Igualmente- continuó el de la escopeta.- Yo no me preocuparía por ella, sino por el demonio…

Ahora yo me puse tensa y miré a aquellos hombres.

Cazando sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora