Capitulo 15

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Capitulo 15:

¿Qué decir? ¿Qué pensar? ¿Qué hacer? ¿Cómo actuar? Esas y muchas otras preguntas parecidas pasaban por mi mente y las posibles respuestas solo hacían que me confundiera más. El chico que me estaba besando en esos instantes me había hecho la propuesta más imposible de todas, pero eso no evitaba yo que hubiera dejado de sonreír. Después de todo, sus palabras mostraban lo mucho que me amaba y eso era único para mí.

-No puedo- musité tristemente.

Anibal besó por última vez mis labios y después se separó lo suficiente para que nos viéramos a los ojos. Distinguí una mezcla de decepción, miedo y tristeza en los suyos azabache. Pero en ningún momento dijo nada, solo se quedó mirándome.

-Anibal, quiero quedarme contigo- confesé.- Pero no soy bienvenida al castillo.

-Me iré contigo- dijo levantándose de arriba mío.

Yo me senté en la cama y después de que él me revisara con la mirada, se sentó a mi lado.

-No puedes hacer eso- me quejé.- Afuera es muy peligroso, podrías sufrir de hipotermia o los cazadores podrían encontrarnos, y dudo que podamos salir de eso.

-Nada de eso va a pasarme- aseguró.

-Eso tú no lo sabes- me quejé.- Algo podría llegar a pasarte y yo no sé que haría si…

-Cleo- escuchar mi nombre hizo que me callara.

Él llevó su mano derecha a mi rostro para que volteara a mirarlo, y con la izquierda agarró mi mano.

-Eso no va a pasarme- afirmó.- Sé que no puedo prometerte nada con todo lo que está pasando, pero si de algo estoy seguro es que no puedo volver a dejar que te alejes de mí.

-¿Entonces que haremos?- pregunté.- Yo no puedo estar en el castillo, y no es seguro que tu salgas.

-Podría salir yo la próxima vez que lo necesitemos- propuso.

-No- dije negando enérgicamente con la cabeza.- Carlos murió por eso…no pienso dejar que te arriesgues.

-¿Entonces?

-Entonces…nos separamos- dije bajando la cabeza.

-No- se negó.- Yo no pienso hacer eso.

-Es lo mejor para los dos.

-No me importa- insistió.- Ya estuve suficiente tiempo sin ti, y no pienso pasar por eso de nuevo.

Sonreí de lado al darme cuenta de lo mucho que me había extrañado y un leve rubor empezó a crecer por mis mejillas, pero logré controlarlo antes de que Anibal se diera cuenta.

-Puedes morir, Anibal-me lamenté.

-¿Y por qué yo soy el único que está en peligro y tú no?

-¿Qué?- pregunté levantando la cabeza.

-¿Por qué crees que tú no puedes estar en peligro?

-Eso es machismo, Anibal- me quejé divertida.

-No, solo estoy pidiendo respuestas.

-Sabes que la única respuesta es que estoy maldita- dije molesta.

-Eso no tiene nada que ver- se quejó parándose.

-Claro que sí- me puse de pie.- Ya no siento dolor, me curo rápido y sé como librarme de los cazadores. Pero tú no puedes hacer eso Anibal. Por eso es que no puedes salir…

-¡A mí no me importa nada de eso!- gritó.

-¡Anibal, no vuelvas a…!

Sentí una sensación de escalofríos en mi espina dorsal, y al darme la vuelta encontré al pequeño fantasma parado en el marco de la puerta. En su rostro pude identificar la sorpresa que tenía hacia nosotros y cuando notó que lo miraba, empezó a acercársenos. En el silencio que había aparecido en la habitación, el niño se sentó sobre la cama y se quedó viéndonos.

Cazando sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora