Epílogo:
Caminar al lado de la carretera nunca había sido tan horrible, aunque claro que nunca había caminado desnuda y apenas cubierta por una sábana. Las pequeñas piedras al borde del asfalto me perforaban los pies y el frió de la madrugada me hacía encogerme. Osian caminaba a mi lado en silencio, el silencio que solo él podía mantener. Era invisible, por lo menos para todos menos yo, o eso es lo que había logrado entender.
Los rayos del sol se asomaban por las montañas, y segaban ligeramente mi visión por lo que tenía que entrecerrar los ojos, o tal vez era porque tenía sueño. Sí, tal vez era eso. Seguro era el cansancio el que me hacía arrastrar mis pies descalzos por la tierra, y cerrar los ojos por momentos como si me estuviera desmayando.
El pequeño niño sonrió de repente a mi lado y tironeó de la sábana que me cubría mientras con la otra mano señalaba un auto que se acercaba por la carretera. Solté un sonido ronco de sorpresa y también sonreí. Entonces volví a cerrar los ojos, "dios, este sueño", pensé cayéndome al piso rendida. Osian, me tironeó del brazo intentando que me parara, pero ya no tenía las fuerzas para hacerlo.
-Osian, quiero dormir- me quejé apoyando mi cabeza sobre el piso.
Pero el pequeño siguió insistiendo una y otra vez, aún cuando no le hacía caso. Solo levanté uno de mis párpados cuando empecé a sentir que la tierra vibraba. Rápido y cada vez más fuerte, incluso empezó a escucharse unas pisadas. Ya no sentía a Osian jalando de mi brazo así que con ayuda de mis manos me senté y volteé hacia dónde estaba viniendo el automóvil.
Sin embargo, lo único que vi fue a una chica alada que batía sus platinadas alas con la intensidad necesaria para levantar viento contra mí. Me paré confundida, y empecé a caminar hacia ella. Su cabeza estaba gacha y una maraña castaña cubría su rostro, haciéndola ver escalofriante. Tenía las manos juntas ocultas tras su larga melena. Pero aún así pude reconocer a mí amiga.
-Keith- susurré con cautela.
Lo que parecía ser un ángel llorando levantó la cabeza en un gesto repentino y fue entonces que pude ver su garanta cortada y sus ojos blancos. Grité horrorizada al ver la sangre que caía de su cuello y como extendía su mano bañada en sangre hacia mí para alcanzarme.
La oscuridad me envolvió y me sentí atrapada entre un montón de cuerdas, me removí desesperada por aire y sentía que alguien intentaba sujetarme. Grité y lloré pidiendo que alguien me ayudara, pero nadie parecía escucharme. Sentía el calor agobiándome y el sudor corriendo por mi piel. Y empezaba a faltarme el aire. ¿Qué acaso el sufrimiento nunca terminaría? ¿Por qué no podían dejarme en paz? ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?!
-¡Cleo! ¡Cleo! ¡Por favor, despierta! ¡Solo es un sueño, tranquila!
Abrí los ojos desesperada mientras mi respiración se tranquilizaba. La luz de la habitación era intensa, o mejor dicho mi habitación. Seguía acostada y el techo era mi única visión. Solo cuando volteé a mi derecha vi a mis preocupados padres esperando una respuesta por mi parte. Mis ojos se aguaron casi al instante y abracé mi almohada para ocultar mi rostro. Aunque mi madre se sentó a mi lado en la cama y me abrazó para consolarme, nada que ella pudiera hacer me ayudaría en estos momentos.
-Tranquila, hermosa, solo fue una pesadilla- dijo acariciándome la cabeza.
Intenté tranquilizarme en lo que asentía y ella seguía arrullándome. Y solo pasaron unos segundos en los que logré dejar de llorar y mis padres se fueron de mi habitación apagando la luz. Pero ya era muy tarde para eso, ya no podría volver a dormir. Ya no quería seguir teniendo mis pesadillas.
Así que me levanté de la cama y caminé con sigilo hasta la entrada. Aún seguía en piyama cuando agarré mi celular, las llaves de la casa y salí a escondidas. Afuera apoyé mi espalda contra la puerta y deslicé mi espalda contra ésta hasta quedarme sentada en la vereda. Abracé mis piernas por el frío y me quedé viendo la luna brillando por encima de las casas. Volvía a ser primavera en Argentina, ya casi verano. Pero aún así, por las noches la temperatura descendía, y mi remera y pantalones no servían mucho para abrigarme que digamos. Sin embargo, ignorando mi dedos congelados agarré mi celular entre mis manos y le envié un mensaje a mi mejor amiga.

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Cazando sangre
Werewolf-¿Qué me está pasando? ¿Qué soy? ¿Qué somos todos nosotros? -Eso lo sabrá cada uno. -¿Usted tampoco es humana, verdad? -Ya no… Pero no puedo decirte lo que soy, ahora lo único que tienes que saber es que estoy aquí para protegerlos. -¿De qué? -Aún n...