Capitulo 23

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Capitulo 23:

No llegué ni a emitir un sonido cuando me tiró contra el piso con todas sus fuerzas, haciéndome gritar de dolor y que el cemento se rompiera en pedazos por el impacto. Vi como me iba alejando y sentía que el viento chocaba contra mi espalda. Mi caída se detuvo contra el cemento del piso anterior y cerré los ojos con fuerza al sentir mis huesos vibrando y la piel abriéndose al rasparse. Seguro ya tenía toda la espalda de la remera rasgada y algunas heridas abiertas. Rodé en el piso para darme la media vuelta y me paré como pude. Me temblaban las piernas y me dolía la cabeza. Llevé mi mano a ésta y rápidamente me fijé si tenía sangre, algunos puntos escarlata se escurrían por entre mis dedos.

Volví mi vista hacia el techo y me sentí mareada, pero pude ver a una persona tirándose desde el agujero que mi cuerpo había creado. El cazador apareció frente a mí cayendo con gran elegancia en sus movimientos, y una sonrisa de victoria ya dibujada en su rostro.

-Mi jefe estará feliz cuando te entregue muerta- comentó.

Yo retrocedí torpemente al ver que avanzaba hacia mí.

-Nos prohibió que siquiera nos acercáramos, pero seguro después me lo perdonara.

-No deberías acercarte a mí- le advertí.

-¿Y si no que harás? ¿Matarme?- se burló.- Por favor...tengo un arma y vos estas completamente desarmada- sentenció apuntándome con una pistola.

-Te lo advierto- dije cerrando mis puños para que no viera mis garras.

-Quiero ver que lo intentes- dijo volviendo a sonreír de forma retadora.

Me lancé sobre él tratando de clavarle mis zarpas en su cuello, pero previniendo mi movimiento me sujetó de la muñeca y con su codo golpeó la parte interna de mi brazo, haciéndome gritar. Intenté atacarlo con mi otra mano y le arañé la cara. Forcejeamos y logré tirarlo contra una pared, y antes de que volviera a atacarlo me disparó. La bala me rosó el brazo izquierdo al ser tirada al azar, pero logró hacer que retrocediera por el susto.

Caí al piso al haber un montón de alambres y cables tirados. Me raspé los brazos y mientras intentaba levantarme el cazador se recuperó y se aproximó a mí para golpearme la cara de un puñetazo, logré esquivarlo y me aferré a su antebrazo. Intentó zafarse pero yo jalé hacia mí y se cayó al tropezarse. Rodamos sobre todo el cemento, cables y alambres que había desparramados por todas partes por la pelea.

Y sin darnos cuenta, llegamos hasta las escaleras y empezamos a golpearnos contra las paredes y los escalones mientras rodábamos. Al ver el final de la escalera aproveché y me coloqué encima suyo para hacer que se golpeara la cabeza. Soltó un ruido de queja y me tiró a un lado golpeándome mi costado izquierdo.

-¡Maldita perra!- gritó el hombre parándose con una cara de odio total, un odio que podía matarme.

Ya me dolía gran parte del cuerpo y solo podía arrastrarme para moverme, pero no había recorrido mucha distancia cuando alguien me dio la vuelta y empezó a apretarme el cuello. Sentía sus dedos apretándome la garganta y el corazón acelerándose por el miedo a morir asfixiada. Pataleaba y trataba de empujarlo pero era muy pesado para mí y ya estaba demasiado cansada.

-Ya estas muerta, maldita- dijo volviendo a sonreír.

Como última esperanza clavé mis garras en el interior de sus muñecas y él me soltó automáticamente mientras gritaba. Se paró del piso y pareció horrorizado al ver las heridas que le había hecho. También me puse de pie y al sentir el aroma a la sangre mi instinto despertó y sentí mis encías doliéndome cuando mis dientes crecieron. Vi como mi oponente sacaba un cuchillo de su cinturón y corría hacía mí. Lo esperé con una sonrisa en mi rostro y al ver que intentaría apuñalarme con su mano derecha y con un golpe desde arriba, logré sujetarlo y volvimos a forcejear, uno intentando matar a su enemigo y el otro conduciéndolo hacia una trampa. Mientras forcejeábamos nos movíamos hacia una de las paredes, y aprovechando que él no se dio cuenta, le quité el cuchillo y lo tiré contra una ventana. Él aún me sostenía, así que los dos rompimos el vidrio y lo atravesamos hasta caer sobre la nieve dura. Rodamos y logré quitarle el arma, mis colmillos ya estaban totalmente extendidos y él me miró temeroso cuando tiré su cuchillo lejos de nosotros. Lentamente acerqué mi cara a la suya y rocé mis colmillos contra su oreja.

Cazando sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora