Cap. 24 Una noche antes del escape

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-¡Mavis, Mavis! -gritaba Lucy, corriendo lo más rápido que sus débiles piernas le permitían-. ¿Dónde estás? -gritó con desesperación.
-Aquí -respondió una voz femenina mediante un ligero murmullo a sus espaldas.
Lucy volteó hacia la voz. No se había dado cuenta lo mucho que había corrido, pues ahora estaba en medio del bosque real al que su padre le había prohibido ir muchas veces, y frente a ella, la viva imagen de la fotografía colgada en la pared familiar: La primera reina, Mavis.
-Lucy -dijo ésta.
Conteniendo su vivaz miedo, la chica habló.
-¿Por qué mis hermanas sí pueden utilizar magia y yo no? -preguntó Lucy.
La mirada de Mavis retomó su insípides y habló con todo serio, más de lo que se creería de una chica tan pequeña.
-Lucy, tu heredaste la magia de tu madre.
-¿Y? -preguntó ésta-. ¿Dónde está mi magia?
-¿Qué me dices de la caja con las llaves?
-Que no sé qué hacer con ella -Lucy se escuchaba demasiado frustrada.
-Debes hacer un contrato -respondió Mavis tan rápido como pudo, como si no quisiera revelarlo-. Sólo háblale a las llaves.
Ante los ojos de Lucy y sin poder responder o decir algo siquiera, Mavis desapareció. Tras la frustración de no poder averiguar más, Lucy volvió al palacio, corrió hacia su habitación y abrió la caja con tanta rapidez que las llaves casi se caen por completo.
Tomó la primer llave que encontró; tenía el símbolo del signo Aquario.
-Bien -se dijo a sí misma-. Aquario, yo te llamó, ven a mí -dijo prácticamente murmurando, pensando en lo tonta que debía verse en el momento.
No ocurrió nada.
Volvió a intentar y el resultado fue el mismo, sin embargo no se rindió, y al tercer intento la misma llave emano una fuerte y deslumbrante luz que por poco la deja ciega.
Tras acostumbrarse al brillo, la vió.
La mujer que se posaba frente a ella era alta y esbelta, con cola de sirena y cabello azul como el mar.
-¿Qué quieres? -preguntó ésta de mala gana.
Lucy se incorporó al oirla hablar y conteniendo las ganas de salir corriendo, habló.
-Ma--Mavis me dijo que debía hablarles -dijo con miedo.
La sirena guardó silencio un momento.
-¡¿Mavis?! -exclamó enfadada-. ¿Qué acaso esa estúpida niña no había muerto? Maldición, y yo creyendo por años que la había asesinado -gritó ella.
-¿De... qué hablas? -preguntó Lucy confundida.
-Y no conforme, me encerró en está estúpida llave -gruñó-. ¡Cuando la vea, voy a cortarle las manos!
-¡Hey! -exclamó Lucy.
-¿Qué? -interrogó la sirena, percatandose de la chica.
-¿Quién eres?
-Aquarius -respondió.
-¿Qué tiene que ver Mavis en esto? Y no, ella no esta viva, pero su fantasma ronda aún -dijo Lucy, seria.
Aquarius suspiró.
-Cambiemos de tema -respondió-. Mejor hagamos el contrato rápido, al parecer te faltan varios de nosotros.
-Antes quiero saber a ciencia cierta quiénes son "ustedes" y qué hacen.
-Niña tonta -murmuró Aquarius-. Somos espíritus celestiales ¿no sabes? En pocas palabras: hacemos un contrato, me llamas con las llaves y resuelvo tua problemas, fin.
-¿Y qué debo decir? -preguntó Lucy, sintiéndose una tonta-. Veamos: Aquarius, yo te contrato para que me sirvas fielmente -dijo entre murmullos.
-No soy un lacayo de tu castillo, muñequita -gruñó-. Pero bueno, está bien, sólo no lo hagas tan mal con los demás.
Y desapareció.
Lucy quedó aún más despistada que al principio y no quedo más que hacer lo mismo con las diez llaves próximas.
-Por fin, la ultima -dijo sonriendo-. Leo, sal se tu llave y muestrate.
Tras decir eso, una fuerte luz dorada iluminó toda la habitación y una alta silueta masculina murmuró algo que Lucy no pudo entender. La habitación volvió a la normalidad y vio de quién se trataba. Era un chico bastante apuesto vestido elegante y con los cabellos anaranjados. Usaba lentes, lo cual le daba un toque sensual e interesante.
-Qué linda -dijo él con una sonrisa ligera.
-¡¿No vas a manosearme, verdad?! -exclamó Lucy, sonrojada.
-... ¿Qué?
-No, nada -respondió.
-Bueno, presentemonos -sugirió él-. Yo soy Leo.
-Me llamo Lucy -dijo la rubia-. Quiero hacer un contrato contigo.
El chico se quedó en completo silencio y frunció el ceño como si estuviese molesto, pero al final habló de nuevo.
-Señorita Lucy, un contrato no es cualquier cosa, pero antes dejeme preguntarle algo -el joven se acercó peligrosamente a ella y la observó con mirada inquisitiva-. ¿Es usted hija de Layla?
Lucy asintió al instante.
Leo chasqueó la lengua y se dio media vuelta.
-Bien, entonces ya que quieres hacer un contrato, no me queda más que aceptar -lanzó sin más, demostrado la falta de interés que tenia-. Ese es el castigo de Law -murmuró.
《Law》pensó Lucy.
-Gracias -dijo ella, en verdas agradecida por la poca o quizá mucha amabilidad de él, y tras esa palabra, el chico desapareció al igual que los demás lo habían hecho.
Ahora ella no era tan diferente a sus hermanas.

●●●

-Bien, entonces ¿qué quieres en sí? -preguntó el joven azabache a su hermano.
-A Lucy -respondió Natsu.
Zeref suspiró profundamente.
-Mavis no me dejará pasar -dijo éste en modo de broma, aunque sabía que no lo era del todo.
-¿No la puedes besar para retenerla o algo? -preguntó Natsu.
-Callate -contestó Zeref.

Ambos estaban frente al castillo, aunque ya era bastante tarde, pero estaba decidido: sacarían a las preciadas princesas de esa cárcel lujosa.

-Apúrate -gritó Natsu.
-Callate, o te escucharán -murmuró Gajeel, enojado por aquel grito-. Jehe, aquí voy, mi Levy -dijo éste.

Un ángel para cada demonio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora