Capítulo 37: Te estoy escuchando ahora

972 114 77
                                    

Las palabras de Catalina hicieron que me sintiera mucho más estúpida, pero no se lo demostré.

—¿Me llamaste solo para esto?

—Deberías estar agradecida —dijo, cruzándose de brazos—. Al menos ya no te verán la cara de estúpida.

La ignoré y salí de la habitación.

Baje hasta el primer piso. Lucas estaba apoyado en el marco de la puerta.

Acomodo su postura y me miró.

—No se si agradecertelo o... —me interrumpió.

—Sé que no son mis asuntos, pero eres mi amiga, All —hice una muca con la boca.

Basta, Lucas, no necesito que me sigan jodiendo.

Salimos de la fraternidad y Lucas me estaba llevando a casa.

—¿Tu sabias que Franck y...

—Lo sospeché —dijo y volteo a mirarme—, luego los vi besándose.

Fruncí el ceño.

—¡¿Por qué no me lo dijiste?!

—Te dije que te alejaras de él.

—Pero... pero ¡Ahhhh! —gruñí.

—Era la primera vez que te veía así con un chico, no quería estropear eso.

Auch.

—Gra...

—¿A quién engaño? —me interrumpió— Trate de decírtelo mil veces, pero tu nunca me escuchabas.

Me quede callada.

—Nos vieron la cara de estúpidos.

—Tu tienes cara de estúpido —bromee. Sé que no es momento, pero todo lo que implique insultar a Lucas me gusta.

Él rió.

—Bueno, ¿ahora que harás cuando lo veas? —preguntó.

—Bueno, le diré lo que vi —dije, viviendo a sentir mal—. Ya no vale la pena.

Lucas sonrió.

—¿Como puedes estar sonriendo? —le pregunte, haciéndome la indignada.

—Oh, lo siento —hizo un pucherito.

(...)

Ya eran las 9:00pm. Estaba en mi habitación, esperando el mensaje de Daniel.

Sí, estoy esperando su mensaje, quiero saber hasta donde llega esto.

En esos instantes el timbre sonó.

Baje corriendo las escaleras y me preparé mentalmente, sé que es Daniel.

Abrí la puerta y allí estaba él. Sonriendo, con una rosa en la mano y con una mirada que me dice que lo único que ha hecho en el día es pensar en mí.

Dio un paso más, para estar completamente cerca de mí y seguido de eso, beso mis labios.

Me quede fría, se aparto y sonrió.

Me extendió la rosa y se la recibí.

Entramos a la casa.

—Te extrañé —dijo, haciendo un puchero.

Examine su ropa, era la misma con la que salia en la grabación.

—¿Por qué estas tan calla...

Sin darme cuenta yo ya había abofeteado a Daniel, las lágrimas ya habían salido de mis ojos y yo ya estaba corriendo hacia mi habitación.

Llegue a la habitación y me quede ahí, dando vueltas mientras Daniel subía las escaleras.

Brown'sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora