Capítulo 4: la Secta de la Luna

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¿Estarían Claire y su esposo con ellos? Eso me preguntaba mientras los seguía por el bosque. No podía reconocer a ninguno, las capuchas les tapaban las caras.

Me deslicé con el cuidado habitual, portando mi espada al cinturón. Era un simple estoque, pero con él era más rápido que cualquier hechicero o brujo lanzando hechizos. De hecho maté a varios demonios con mi preciado pincho: atravesarles el cráneo por el ojo o el oído, muy eficaz.

Los encapuchados se detuvieron en un claro, bajo el monumental pino que ya vi en la distancia al llegar al valle. La copa medía casi 20 metros de la base, de altura... ni idea. Bajo ella, entorno al grueso tronco, los 22 encapuchados (sí, los conté) se reunieron formando un círculo.

Así estuvieron quietos y en silencio durante lo que me parecieron 5 eternos minutos. Me pregunté a qué demonios venía eso, y si el árbol era algún espíritu o fuente de poder astral, en cuyo caso quizá estaban bebiéndose su poder. Luego rompieron filas y volvieron a caminar.

El trayecto duró casi dos horas más, y eso que fueron a paso rápido. El último tramo fue al borde del acantilado, encima justo del lago Medialuna. A lo lejos, con la luz de las estrellas y la Luna, en cuarto menguante, pude ver una cascada naciendo de la montaña.

Al final los encapuchados me condujeron a una estructura que se encajaba entre las rocas, cerca de esa cascada. Los vi entrar escondido tras un suntuoso pino. El edificio, con forma de cruz, tenía aspecto de templo pagano antiguo, pero no correspondía con ninguna cultura que hubiera estudiado. Las columnas ni siquiera era de algún estilo arquitectónico clásico: tenían forma de árbol.

Intrigado, y cuando cerraron por dentro, me atreví a acercarme. La puerta estaba cerrada pero me abstuve de empujarla o forcejear. Es más, no habría sido una buena idea entrar tras ellos. Busqué otro acceso.

Rodeé el edificio admirando las enredaderas que trepaban por la piedra. Era un edificio grande, tendría 30 o 40 metros de punta a punta, y la cruz parecía perfecta. Otro detalle curioso era la cúpula del centro de la estructura, y no había ventanas. Sí encontré una puerta lateral.

Tomé el mango con cuidado y lo giré lentamente. Chirrió un poco pero no se movió: cerrado. Suspiré y dejé las manos en jarra. Quería entrar desesperadamente y enterarme de qué hacían esos brujos, hechiceros o lo que fueran, pero...

Algo comenzó a brillar. Al principio pensé que era la Luna que habría salido de detrás de alguna nube pero al instante me di cuenta: no había nubes, llevaba todo el rato viendo con la luz de la Luna. Levanté la mirada para descubrir un rayo plateado surgiendo de la cúpula del templo. Al momento se elevaba un leve cántico, uno extraño.

Me paralicé al reconocer esa clase de magia: ¡¿era una invocación?! Tenía que verlo. Así las enredaderas de la esquina y comencé a trepar, tratando de no forzar demás a la pobre planta y aprovechando también los huecos en la roca. En un momento estuve arriba. Pude ver entonces el cono de luz casi blanca y deslumbrante que surgía del edificio muy de cerca. Me arrastré por el tejado inclinado hacia el rayo, alargando el brazo.

Eso era energía lunar concentrada, no me atreví a tocarla en el último instante. Miré en todas direcciones. Debían estar recolectando toda la energía astral que la Luna lanzaba al valle, de otra forma no sería visible. ¿Pero para qué lo hacían? El mito de Whitehowl, el Gran Lobo Blanco, vino a mi mente al recordar el Astral Arcana: "se alimenta de la luz de la Luna". ¿Estaban dando de comer al guardián de la piedra?

Probablemente interrumpir el cono de luz molestaría al demonio. Debía ser paciente y esperar a que terminaran el... conjuro o la invocación o... lo que quiera que estuvieran haciendo. Tras 15 largos minutos el canto frenó y la luz se dispersó. Voces y murmullos me llegaron desde abajo tras un breve silencio.

Astral Arcana: MoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora