Capítulo 9: la Torre del Ayuntamiento

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La diminuta puerta que bloqueaba mi camino no fue ningún obstáculo: estaba abierta. Lo que había al otro lado era una biblioteca, ¡y una importante! Varias docenas de estanterías adornaban el lugar sobrecargadas de tomos viejos y botes de cristal, junto a una mesa alargada, un baúl y un armario. Largas lámparas "de pie" alumbraban con sendas velas la sala.

Me puse a revisar el lugar con cuidado. Entre calaveras y huesos demoníacos y animales, plumas y pociones con ojos y órganos desconocidos, descubrí cientos de libros oscuros forrados de piel humana o cuero, pelo y escamas, así como multitud de papiros, todos ellos cargados de runas, símbolos y dibujos de demonios.

Allí sí me atreví a tocar y a ojear, aunque sabía que NO era buena idea, pero la curiosidad me pudo. Quizá encontrara alguna pista sobre como bajar a los túneles o sobre lo que pasó con los guardianes. Por algún motivo me temía que, si lo que Zhatelho me dijo era cierto y los tenían encerrados, entonces la piedra podría ya no estar en su sitio.

Chasqueé la lengua ojeando en un libro de historia demonológica. Nada que me valiera. Terminé por dejarlo en sitio y me dirigí al armario.

—¡¡FHSSS!! —el silbido surgió del mueble provocándome un espasmo de terror.

Parpadeé con el corazón latiendo fuerte y contemplé el artefacto con mayor atención. Las hojas de madera portaban sendos círculos arcanos.

Hay algo dentro —fue pensar eso y desatar la pesadilla: el mueble comenzó a sacudirse con vehemencia, silbando, crujiendo, empujando la compuerta con furia ciega—. ¡¿P-pero qué coño...?! —esgrimí mi espada inundado de pavor y el armario se detuvo.

La paz solo duró un instante, pues las velas se apagaron todas de golpe, sobrecogiéndome y empapándome de un sudor frío y helado. La oscuridad se hizo absoluta, y giré con mi pincho mientras peleaba contra el pantalón usando dedos temblorosos con los que sacar el móvil.

Se me calló al suelo y crují los dientes para agacharme a recogerlo. Tanteé a ciegas, notando la presión térmica del ambiente. Y el intenso silencio solo roto por mi respiración agitada. Cuando atrapé el metal, guiándome por el sonido que hizo al caer en el suelo de piedra, me levanté pulsando el botón de desbloqueo.

La pantalla blanca iluminó la biblioteca, cargándola de las tétricas sombras de las calaveras y los botes de cristal con los órganos en conserva. Tragué saliva, apreté los dientes y el ceño y dirigí el aparato al silencioso armario.

Estaba abierto, y dentro no había nada

—Oh, joder... —retrocedí ahogando un momento de valor: algo me había caído en el hombro izquierdo—. Claro, en el techo —apunté arriba con el móvil y el silbido se repitió, escupido por una boca diminuta y horrible cargada de dientes humanos.

Me encogí esgrimiendo el estoque mientras el ser saltaba de la lámpara a un estante, con inusitada rapidez y agilidad.

—¡FSHH!

—¡¿P-pero qué coñ...?!

—¡MUAHG! —bufó mirándome con sus dos enormes ojos azules.

Su piel era gris y su cuerpo rechoncho, y portaba dos brazos largos y finos con 4 dedos de aspecto humano. El rostro chato asemejaba el de un bebé monstruoso. ¿Y sus pupilas? Verticales, de serpiente, por supuesto.

—Hijo de puta —exhalé con desprecio—. Por poco no me da un infarto el puto... ¿Qué coño eres, si es que puedes hablar?

—¡Muaaahg! —se comportaba más como un gato extraño y mutante, arqueando el lomo, enseñando los mugrientos dientes y blandiendo una mano desde lejos, como rechazándome. Parecía tenerme miedo. Cuando lo comprendí lamenté haberlo insultado.

Astral Arcana: MoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora