Capítulo 16: La entrada al laberinto

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El plan era sencillo. Primero preparamos nuestro equipaje más esencial, con el que correríamos más rápido: una única mochila que cargaría yo y que escondí por la noche en la cercanía del Árbol Madre. Luego, a la mañana siguiente, yo llevaría a Sachi y a una de sus hijas a pasar la mañana bajo la sombra de aquel descomunal pino.

—¿No es peligroso dejarlas cerca de "ella"? —le pregunté a Claire mientras orquestábamos el golpe, refiriéndome a Quickbreeze, la Dama del Árbol. El "hada", por llamarla de algún modo, porque en realidad era un monstruo terrible, un demonio elemental.

—No, tranquilo, Quickbreeze está atrapada, no podrá hacerles daño —me aseguró Claire, así que confié en su palabra. Después de todo, ella traería luego a su otra hija, a medio día para evitar sospechas, y portando la comida en una cesta junto a su esposo.

Pusimos en marcha el plan y nos reunimos bajo el árbol los seis para comer, tras lo cual, y mientras el señor alcalde se marchaba para atender "asuntos importantes" en Lopusporta (como Claire sabía que sucedería pues su marido le contó sobre un conocido al que tendría que recibir allí), su mujer y yo nos levantamos y nos dispusimos a empezar.

—Niñas —les dijo Claire con su amable sonrisa—, Nate y yo vamos a ir a dar un paseo por el bosque.

—¡Nosotras también queremos ir! —exclamó Sachi como sorprendida de que no las incluyéramos.

—Es un sendero peligroso —le expliqué.

—Esa zona del bosque da mucho miedo —añadió Claire como ya ensayamos—. Vosotras tenéis que quedaros aquí, bajo el árbol, ¿me habéis entendido?

Asintieron con aprensión y miedo.

—Tranquila, Sachi —le sonreí agachándome frente a ella—, aquí hay flores, mariposas y cantidad de bichitos. Haz caso a Claire y quédate con las gemelas aquí mismo, ¿vale?

—Vale —aceptó mientras le frotaba la cabecita, sonriendo levemnte.

—Estaremos de vuelta antes de que os deis cuenta —le prometí—, pero vosotras no os podéis mover de aquí, ¿entendido?

—Señor, sí señor —confirmó poniéndose firme y saludando a su oficial (que era yo), como la buena soldada que era.

—Debemos irnos —me apuró Claire tras besar a sus gemelas en las mejillas.

—Vamos —me alejé de Sachi con pasos rápidos despidiéndome con la mano—. ¡Hasta luego, Sachi!

—¡Volveremos pronto! —les aseguró Claire.

—¡Hasta luego! —se despidieron las niñas, a las que jamás...

Mentira, sí que volví a verlas, pero ninguna de ellas pudo seguir siendo humana después de aquella noche. Yo no lo hice.

Corrimos hasta llegar al camino del acantilado, mientras el sol caía lentamente, y continuamos más lento pero a paso ligero cogidos de la mano. A tal ritmo tardamos solo cerca de una hora y cuarto en llegar al templo. Claire lo abrió usando su propia llave y entonces pude verlo por dentro completamente iluminado. Los relieves llenaban las paredes de la nave escenificando aquella vieja leyenda.

Me detuve entonces, mientras Claire cerraba por dentro y corría a abrir la puerta anexa, a contemplar los últimos grabados del lado izquierdo de la sala, los que había cerca de la salida: esos en los que un viejo barbudo decapitaba a niños y escondía sus cabezas. No me costó mucho relacionar la cabeza del niño que enterraba con el círculo blanco del suelo de aquel templo, tampoco me costó comparar la cabeza de la niña que hundía en el agua con el hecho de que había una elemental atrapada en una concha bajo el agua. Y por supuesto, el cráneo que ocultaba en el agujero del árbol era la cabeza de Quickbreeze.

—Claire —le pregunté—, es la leyenda de cómo encerraron los primeros brujos del valle a los elementales, ¿no es cierto?

—Mmm —ronroneó tomándome de la cintura—. Eres muy listo, eso me gusta de ti.

Estiré los labios con satisfacción por oírlo pero entonces hice otra pregunta.

—Este viejo barbudo es Baal, ¿no es cierto?

Claire agachó la cabeza entonces.

—Era el... Baal era el esposo de Mara —me explicó, paralizándome—. Él encerró a los elementales para que no pudieran volver a encarnar porque estaban usando la piedra en su propio beneficio y creando a muchos demonios con ella. Al parecer, el lobo, la sirena y el "duende" —así llamó ella a Quickbreeze—, estaban engañando a los humanos para que les entregaran sus almas a cambio de devolver a la vida a los muertos, por eso los encerró. Después... después dicen que abandonó el valle y que más tarde se dedicó a las artes oscuras. Baal Lynkwood... —murmuró contra mi pecho, paralizándome—, Baal Lynkwood es el antepasado de mi esposo.

TODO COBRÓ SENTIDO ENTONCES: Mara era la abuela de Vassilis, y Vassilis seguía con la obra de su abuelo, ese viejo nigromante que el siervo demoníaco de mi "novia" me contó que era un conglomerado de cadáveres. Algo muy malo inquietó mi corazón entonces.

—¿La piedra sigue dentro de la cámara? —pregunté alarmado.

—¿Eh? —se extrañó.

—Tu suegro —dije—, es un monstruo demoníaco al cual ya no podría afectar el uso de la dichosa piedra de resurrección, encerró a los elementales que custodiaban la piedra y dejó a sus herederos para que los mantuvieran encerrados, ¿cómo puedo esperar que la piedra siga ahí dentro? ¡Debió robarla hace mucho!

—No, en absoluto —rechazó Claire—. ¿Para qué iba a hacerlo? Un nigromante de alto nivel ya puede devolver la vida a los muertos, se dice que él desarrolló ese poder sin usar la piedra y además —arguyó—, está la prohibición de entrar a los túneles, ¿con qué motivo pondrían esa regla si no estuvieran escondiendo algo dentro?

Acepté ese razonamiento como bueno. Sin embargo, ya no podía fiarme. Suspiré con fuerza.

—Ya hemos llegado hasta aquí, descubrámoslo.

Ella sonrió y me condujo a la estatua y el altar. Se agachó frente al disco de bronce, presionó sobre el búho y la Luna, empujó la placa y la giró para que el árbol apuntara hacia abajo. Entonces pronunció:

—Stullus est amor. —El disco con los grabados comenzó a brillar y el altar, con un chasquido, crujió para hacerse a un lado.

—Excelente —sonreí al ver unas escaleras que bajaban hacia la más profunda oscuridad—. ¿Qué significa esa contraseña?

—"El amor es estúpido" —creo.

La miré extrañado.

—¿En serio? —Asintió comprendiendo mi confusión mientras tomaba una antorcha del altar—. ¡¿Y quien le puso una contraseña tan absurda a un lugar como este?!

—No lo sé —confesó encogiéndose de hombros—. Solo sé que esa es la contraseña, su origen no lo conozco.

—Es ridículo —reí rascándome la nuca.

—Quizá sea eso —rió Claire—, que es tan ridículo que a nadie jamás se le ocurriría.

Quizá era un maldito mensaje, una jodida advertencia, un letrero de precaución implícito en el maldito altar. Quizá debí replantearme el por qué de encender la antorcha y bajar a semejante lugar, pero no lo hice. No escuché la advertencia, no entendí el mensaje, no vi el puñetero letrero. Solo seguí a Claire, esa preciosa brujita de la que me había enamorado, escaleras abajo.

Solo encontramos la muerte, la desesperación y el horror más infinito. Ojalá no lo hubiéramos hecho. Ojalá nunca hubiera entrado con Sachi en aquel maldito valle. Ojalá..., ojalá. Ah... *suspiro de pena, de cansancio, de nostalgia*

Se acerca el final...

Astral Arcana: MoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora