cambios de escena estarán => (°°°°°°°°)
cambios de narración de los personajes => (*-*-*-*-*-*)
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El silencio sepulcral del bosque lo hizo detenerse. Lanzó una maldición al tiempo que volvía a cargar el rifle. El pecho le bajaba y subía tan rápido como los latidos del corazón. No importaba cuánto intentara alejarse de él esa bestia, esta vez no la dejaría huir, así sus pulmones ardieran como el mismísimo fuego, así sus piernas suplicaran clemencia, esta vez terminaría con todo. Con una ira contenida, casi ciega, escrutó las sombras entre los árboles. La bestia estaba cerca, podía sentirla allí con él, escondiéndose, esperando su oportunidad para matarle. «No», susurró su voz interna. La bestia nunca intentó matarlo, prefería ver su sufrimiento en vida.
Un crujido de ramas delató su paradero. Agudizó la vista lo justo para ver como una sombra se perdía entre la oscuridad del bosque. Volvió a perseguirla, afianzando el rifle e ignorando el dolor de su cuerpo, le faltaba el aire, le quemaban los músculos, el sudor anulaba su visión. En esos momentos sus oídos eran sus únicos aliados, escuchaba esas pesadas patas correr con fuerza lejos de él. La tierra blanda se volvió más y más dura. Las rocas reemplazaron la tierra. Pronto llegarían a la cascada. Una sonrisa torcida llena de sadismo se formó en sus labios. Ya era suya.
Una silueta negra de un animal gigantesco se detuvo al final del camino. El hombre le imitó unos metros más atrás. Preparó el rifle y apuntó. La bestia observó la caída del agua antes de dirigir su mirada hacia él. Levantó sus grandes patas delanteras para erguir su cuerpo. Poco a poco su silueta se deformó hasta adquirir apariencia humana. Por unos segundos, sólo unos segundos, el hombre dudó en disparar. Así hubiera sido ella si en aquel entonces él...
Era tarde para arrepentirse, las cosas ocurrieron como ocurrieron, no se podía volver atrás. Se aproximó hasta poder ver sus ojos, ese brillo rojizo que nunca olvidaría, el que condenó su vida y su alma.
—Muere, bestia —haló del gatillo. La bestia saltó hacia la cascada—. ¡No! —volvió a preparar el rifle, aproximándose hacia la caída de la cascada con el corazón latiendo fuertemente en sus costillas. Todo cuanto pudieron observar sus ojos fue la oscuridad del vacío—. ¡NOOOOOO! —una y otra vez resonaron los disparos en el bosque, pero nadie, salvo aquel hombre, pudo escucharlos.
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El vuelo de los pájaros junto con los primeros rayos del sol le hizo abrir los ojos con pereza y una sonrisa en el rostro. La naturaleza era sin duda su despertador favorito. Se estiró cuan largo era en la cama antes de levantarse para empezar con la misma agradable rutina de las mañanas. Comer, cortar leña, bañarse e ir al pueblo a vender los leños. Una vida simple, tranquila. No podía pedir más. Miró con desinterés la habitación. Un armario, un escritorio y una silla, sin olvidar la cama donde estaba sentado. Bien, todo en orden, nada de visitas inesperadas. La sonrisa en su rostro se ensanchó. Se dedicó a pensar en el desayuno de camino al baño, no recordaba el contenido del refrigerador, ¿Aún quedarían huevos? Un pan tampoco le vendría mal, ¿Había leche? No, se la terminó ayer. No, espera, quedaba un poco.
Sus pensamientos se detuvieron al ver su reflejo en el espejo del baño. Un joven de cabello negro desordenado y ojos profundos de color café apreció unos instantes los músculos definidos por el trabajo.
—Bien, toca ir al mercado, Ed —se dijo a sí mismo recordando el escaso contenido de la cocina. Para cuando volviera de cortar leña no habría nada para comer, tal vez comprara algo para el camino cuando volviera del pueblo. Sí, eso no sonaba nada mal.
Tuvo más suerte de la que esperaba. En el refrigerador quedaban dos huevos, lo justo para un vaso de leche y una rodaja de pan. Salió de la cabaña sin perder la sonrisa, después de ese desayuno nada podría quitársela. Caminó con lentitud, con los ojos cerrados para poder escuchar y oler todo lo que le rodeaba, el camino lo conocía de sobra. Para un leñador sin vehículo lo ideal sería cortar leña cerca de casa, pero no para él, cargar con los leños no era un problema, tenía fuerza de sobra, además le gustaba caminar, en especial al acercarse al río, su agua cristalina brillaba con los rayos solares y el olor de la hierba húmeda resultaba agradable mientras cortaba leña. Frunció el ceño, ése era el sonido del río pero... ése no era su olor. Abrió los ojos. ¿Era idea suya o el agua estaba turbia? No era muy notorio, para otra persona quizás pasara desapercibido, pero no para él. Se detuvo un instante. Algo no estaba bien, lo sentía, su instinto se lo decía. Siguió mirando el río. El agua, el agua tenía algo. Se le resbaló el hacha de las manos al ver hilos de sangre. Se acercó al río para buscar el cuerpo. La sangre se expandía cada vez más, ¿Qué significaba aquello? Sus preguntas quedaron respondidas cuando una chica, desesperada por oxígeno, emergió del río. Lanzó manotazos hasta que una de sus manos tocó tierra. Con gran esfuerzo logró sacar medio cuerpo antes de quedar quieta, inmóvil, apoyada sobre sus codos sin dejar de respirar con dificultad.
Por unos segundos Ed sólo se quedó allí, mirándola sin poder reaccionar, sin saber qué hacer. Ella estaba desnuda. Su olfato lo ayudó a volver en sí, olía a sangre, pero esa sangre olía distinto, era igual pero diferente a muchas otras. ¿Qué hacía ella ahí, en SU bosque?
— ¿Eh, estás bien?, ¿De dónde has venido?
«Para que te vayas por donde viniste.»
Lo único que pensaba era en sacarla de su bosque, de su vida tranquila y sencilla, podía ser amable, darle ropa y acompañarla hasta su casa. La chica se encontraba herida y vulnerable, Ed no quería pensar en la situación que se escondía tras su desnudez, no quería pensar en ella, punto, pero no sería de hombres dejarla allí, abandonada, sola. Lo quisiera o no tenía que ayudarla, pero en su bosque ella no se quedaba. Eso pensaba hasta que vio sus ojos. Detrás de su espeso cabello castaño unos ojos tan rojos como el rubí le devolvieron la mirada antes de quedar inconsciente.
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La Quimera
FantasyEd es un leñador cuyo sueño ideal es vivir una vida tranquila y sencilla, alejado de toda tecnología posible y de las personas que pudieran perturbar sus simples pensamientos. Tras un pasado perturbador su corazón no anhelaba otra cosa que pasar e...