Capítulo 16

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 cambios de escena estarán => (°°°°°°°°)

cambios de narración de los personajes => (*-*-*-*-*-*)

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La oscuridad que reinó en la habitación poco a poco dio paso a la claridad de la mañana. Las luces eléctricas se debilitaron. Habían cumplido con su función ya. Luis hizo caso omiso de ello, incluso ignoró el cantar de una que otra ave. Se quedó allí, sentado cerca de la mesa en una postura encorvada y con las manos cubriendo su rostro. Nada, el libro no tenía ni a una sola criatura de ojos rojos que pudiera ser humana. Esa chica no estaba allí.

Tiró el libro hasta la esquina contraria. Poco le importó que impactara en una foto suya enmarcada en la pared, en ella aparecía sobre el cadáver de un rinoceronte blanco. Con movimientos bruscos sacó otro cigarrillo, el último de la caja. Había leído por dos días seguidos sin descanso el dichoso libro, incluso se había tomado el trabajo de volver a la librería varias veces. Dragones de ojos rojos, vampiros de ojos rojos, súcubos de ojos rojos, ¡por el amor de Dios si hasta leyó sobre unicornios de ojos rojos! Ninguna de esas criaturas encajaba con la chica. Se le estaba escapando justo frente a sus narices. Se estaba burlando de él, retándole. ¡Lo retaba a él! Al mejor cazador de ese miserable pueblo. El juego se había acabado, esa chica y esos ojos rojos no se burlarían más, iría por ella aunque desconociera los peligros que pudieran aguardarle, después de todo un verdadero cazador debía saber improvisar para hacerse con su premio. Esa chica sería suya como fuera.

Encendió el cigarrillo antes de tomar su sombrero vaquero y su rifle. Ese día la chica de piernas fuertes le pertenecería.

                                                                  (°°°°°°°°)  

Luis no dio cuenta de las miradas despectivas que recibía hasta que repuso sus municiones de nicotina. El mundo no tendría sentido sin su dosis diaria no recomendada. Pero poco le importó ser consciente de esas miradas, hasta dejó pasar los comentarios «silenciosos» que hacían. Sabía muy bien de dónde provenían, después de todo no reparó para nada en su apariencia. Estaba desarreglado. Ropa arrugada, cabello grasoso y desordenado, ojos inyectados en sangre y con ojeras. ¿Cómo no ocasionar habladurías cuando él era el primero en cuidar su aspecto? Sin embargo, ya nada podía hacer. Había salido con un propósito y planeaba cumplirlo sin importar el costo.

Se detuvo en la frontera que separada a Río pequeño del bosque. Allí, en las profundidades, estaba ella junto a Ed. No sabía lo que haría para separarlos, pero algo debía ocurrírsele si quería tener éxito. Ejerció mayor presión sobre el rifle. Tendría éxito así tuviera que utilizar la fuerza. Luis frunció el ceño al escuchar pasos detrás de él. Volteó con lentitud, creía reconocerlos aunque no tenía sentido que se presentaran allí, en la frontera del pueblo.

A menos de dos metros Marilú se aproximaba con pasos nerviosos pero con una mirada decidida. Eso le extrañó a Luis, ¿por qué la pasante de Doc estaría allí? Al ver el brillo nervioso que apareció en sus ojos al notarle fue suficiente para saber que no lo buscaba a él. Bien, nada de llamadas de atención por su consumo diario de cigarrillos. Algo dentro de Luis se alertó al observar que entre las ropas de Marilú se escondía una navaja, de no ser por el fugaz brillo del sol sobre la hoja no se habría percatado, aunque ahora podía verla delineada en el mal doblez de los pliegues de tela que la chica había improvisado. Para un cazador experto no resultaba difícil notar esos sutiles detalles, aunque Luis lo que menos se esperaba era que la pasante tuviera semejante arma encima.

—Buenos días, Luis, ¿vas de caza? —preguntó Marilú una vez que estuvo lo suficientemente cerca. Luis la miró un momento. ¿Qué pensaba hacer ella con una navaja?

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