Capítulo 3

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 cambios de escena estarán => (°°°°°°°°)

 cambios de narración de los personajes => (*-*-*-*-*-*)

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— ¿De dónde vienes?

Silencio.

— ¿Qué hacías en el río?

Silencio.

— ¿Quién te disparó?

Silencio.

Ed bufó. En lo que llevaban de camino Kym no había pronunciado palabra alguna. Bien, la estaban cazando, bien, le dispararon, bien, él no fue de lo más caballeroso y amable con ella, pero por favor, ya era más que evidente que no quería hacerle daño, incluso ella lo ayudó a sacar el hacha del tronco. No la entendía, no la entendía en absoluto. Por unos minutos albergó la falsa esperanza que hablarían, le contaría de sus problemas, la ayudaría a solucionarlos y listo, adiós Kym, hola vida tranquila y sencilla. Volvió a suspirar. Perdió la cuenta de los suspiros que llevaba, ¿Tres?, ¿Cincuenta? Qué importaba. La enana seguía sin decir palabra. Era molesto. Ella era molesta. Estúpida caballerosidad, estúpida educación, estúpido remordimiento de conciencia que lo obligó a llevársela consigo.

Miró hacia atrás por décima vez, de nuevo el andar de Kym se detuvo al encontrarse con sus ojos. Ed ni se molestó en verle el rostro, sabía la expresión inconforme que tenía por estar obligada a seguirlo de un lado para otro, en cambio miró sus ropas. Una única camisa que le llegaba hasta por debajo de las rodillas. Lo primero que tenía que hacer era ir a comprarle ropa, pero no podía llevarla consigo, no con los hombres que habitaban allí. Era como enseñarle carne fresca a una jauría de lobos. Además que para comprarle ropa antes tenía que vender los leños. Volvió a retomar el camino sin reparar en la mirada de Kym ni en el suspiro cansado que se le escapó. Ed estaba tan metido en sus pensamientos que los sonidos exteriores le eran indiferentes. ¿Dónde la escondería mientras vendía los leños? Se sentiría más tranquilo si pudiera dejarla con alguien, pero sería una locura hacerlo. Si a él le costaba retenerla sería imposible para alguien del pueblo. Aunque si lo pensaba bien tal vez Kym fuera así sólo con él o con los hombres en general.

 « ¿Dónde está el doctor? »

«El doctor». Un hombre que de seguro le hizo daño. Si, quizás, fuera una mujer quien la cuidara unos minutos pudiera ser que Kym se quedara tranquila.  Ed se contuvo de volver a mirarla, se lesionaría el cuello si continuaba. Prefirió concentrarse en el plan que comenzaba a tomar forma dentro de su cabeza. No estaba seguro de cómo reaccionaría ella cuando se lo pidiera, pero, como dicen, quien no arriesga no gana.

Al llegar al pueblo Río pequeño, que Ed en su interior llamaba Little river por sonar mejor a sus oídos, se sorprendió de sentir a Kym tan cerca. Le bastó girar parcialmente el rostro para poder verla de reojo. La enana mantenía la cabeza gacha y parecía querer esconderse en sí misma. Un ligero temblor sacó de su confusión a Ed. Tenía miedo, pero ¿Por qué?

Volvió a mirar al pueblo. Caminos de tierra llenos de polvo, que era levantado por el viento y por el andar de las personas. Casas y establecimientos de madera saludaban alegremente a los visitantes. Personas iban y venían de un lado a otro, señoras con compras del mandado, hombres cargando tablas de madera para construcción, vendedores ambulantes variados, algunos con perfumes, otros con verduras frescas, y unos pocos con pócimas «eficaces» que solucionaban todos los problemas que las personas pudieran tener. Grandes y astutos estafadores a juicio de Ed, y estúpidos e ilusos ingenuos lo que se dejaban engañar. En todo caso nada en el pueblo causaba temor. Dio un respingo cuando Kym se pegó a su espalda. Intentó mirarla nuevamente, pero no pudo, tenía que voltearse para ello. Era como si la enana se refugiara en él, mejor dicho lo usaba como escondite.

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