Capítulo 4

6.3K 204 21
                                    

cambios de escena estarán => (°°°°°°°°)

 cambios de narración de los personajes => (*-*-*-*-*-*)

----------------------------------------------------------------

Ed no creyó tardar tanto tiempo en vender los leños, sabía la clase de madera que preferían las personas del pueblo, por lo que sólo les traía lo mejor, la madera del árbol de mamón. Una madera que soltaba un fuego intenso que duraba horas y horas sin llenar de humo la sala de estar de las casas. Le era difícil encontrarla en algunas ocasiones, pero era parte de su oficio, ¿Sin un reto dónde quedaba lo divertido? Pero no fue por eso que le costó venderlos sino por las continuas preguntas acerca de la misteriosa chica de la camisa.

¿Quién es ella?

¿Cómo la encontraste?

¿Tuvieron una aventura?

¿Se encuentra disponible?

¿Hay más como ella?

Ed no se consideraba paciente, una característica suya era no serlo, aunque, como se dijo anteriormente: Todo era posible ese día. Contra todos los pronósticos no explotó insultándoles en la cara, mucho menos con violencia, sencillamente escuchaba, daba una respuesta evasiva y vendía sus leños. ¿Resultado? Todos los leños vendidos en el doble de tiempo como los vendía normalmente. Se decía una y otra vez que actuó de la mejor manera posible, al final consiguió lo que quería, pero esas preguntas le hacían hervir la sangre. El sólo pensar que veían a Kym de esa forma por estar con una única camisa lo desesperaba. Se alegraba de no ser como ellos, animales que cedían a sus instintos más básicos ante la mínima tentación. «Seres asquerosos.»

Se desligó de sus pensamientos al estar frente a la enfermería. Ya tenía el dinero, tenía a la chica, sólo le faltaba un pequeño detalle, esperaba que Marilú tuviera el tiempo y la disposición para seguirlo ayudando. Prometió darle una explicación acerca de Kym y se encontraba preparado para ello, al menos en parte, albergaba la esperanza que Marilú no hiciera muchas preguntas, aunque podía zafarse de ello diciendo que no lo sabía puesto que Kym no era muy habladora. Quién diría que tenía sus ventajas el permanecer callada las veinticuatro horas del día.

Se aproximó a la puerta dispuesto a entrar sin llamar, no hacía falta tanto protocolo allí, pero antes que su mano tocara siquiera el picaporte la puerta se abrió mostrando al doctor José con una mirada cautelosa y una sonrisa a medias. Eso a Ed no le gustó. Conocía al doctor de lejos, no acostumbraba a hablar con él, pero esa mirada que le dirigía ahora el doctor no era como las otras. No era un saludo, no era una indicación que no pasara, no le advertía que se encontraba demasiado ocupado como para atenderlo, más bien parecía esperarlo y temiendo el momento en que él llegara.

—Kym —fue lo primero que se le vino a la mente. Hizo a un lado al doctor. No había nadie. Registró todo el lugar. Nada. El corazón empezó a acelerársele, sintió un frío recorrerle las venas —. ¿Dónde está? —preguntó sin verle olfateando todo cuanto podía. Chistó. La enfermería apestaba a ella —. ¿Dónde está ella? —preguntó nuevamente viendo al doctor con enojo. José cerró la puerta antes de darle la cara. Toda su expresión corporal se disculpaba con él.

«Mierda», se dijo Ed caminando de un lugar a otro.

—Marilú salió a buscarla. Lo siento, en cuanto entré ella se asustó y no pude evitar querer comprobar una hipótesis que me vino a la cabeza en cuanto la vi.

«Claro, ¿Y eso en qué me ayuda? », se dijo Ed exasperado sin detenerse. Marilú no la encontraría, no tratándose de Kym. Mierda, y tanto que le costó ganarse un mínimo de confianza de la enana para que lo siguiera hasta allí.

La QuimeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora