Capítulo 14

1.9K 106 33
                                    


 cambios de escena estarán => (°°°°°°°°)

cambios de narración de los personajes => (*-*-*-*-*-*)

----------------------------------------------------------------

Escuchaba el forcejeo de los perros salvajes en el exterior, si tenía suerte terminarían matándose el uno al otro, aunque sabía que eso no ocurriría y al fin y al cabo no importaba. Entró en la cabaña. No se extrañó del gran desastre que encontró, no si Amélie había estado allí antes, los perros podían considerarse afortunados de aún tener algo que llamar casa. Esos pensamientos quedaron en segundo plano en cuanto percibió el olor de Amélie. No temía encontrarse de nuevo con esa bestia, en más de una oportunidad estuvieron frente a frente, sólo que nunca lo suficientemente cerca parar herirse de aquella manera.

Se quejó por lo bajo al empezar a subir las escaleras. Tenía que recuperarse, tenía que beber sangre, pero no se marcharía sin verla. Debían hablar, ella debía escucharlo. No podía seguir huyendo de él por mucho que lo odiara. Siguió avanzando despacio siguiendo el sonido de la respiración regular de Amélie, era de ella, estaba seguro. Al avanzar mantenía la mirada fija en el suelo. ¿Cómo explicar la felicidad y culpa que sentía? Ambos sentimientos se encontraban ligados en un mismo pensamiento: «la había hallado».

Levantó la mirada al detenerse en la última habitación. El tiempo pareció detenerse al verla. Allí estaba. Acostaba sobre la cama y debajo de una sábana. Avanzó unos pocos pasos, los necesarios para detallarla desde una distancia prudente. Ninguno de los dos estaba listo para tanta cercanía, aunque Amélie no lo notaría en esos momentos. Su enanita estaba inconsciente, seguía siendo igual de frágil que en el pasado. Avanzó otro paso sin darse cuenta. Amélie se veía cansada y herida. Avanzó un paso más. Ahora estaba a tan solo cinco pasos de estar a su lado, sin embargo no se movió. Por encima del cansancio de Amélie notó una gran tristeza.

—Lamento causarte todo este dolor, pero no puedes seguir huyendo de mí, Amélie. —El tono francés de su voz fría resonó en la habitación. Apartó la mirada de la chica inconsciente para posarla en la ventana. El cielo empezaba a oscurecer. En pocas horas debía irse.

—¿Quién eres y qué quieres?

Por el reflejo de la ventana observó sin inmutarse al dueño de la voz enfurecida. Uno de los perros salvajes, el más pequeño. Un odio irracional se apoderó de él.

—¿Cómo puedes estar a su lado sin sufrir daños? —Preguntó a su vez sin volverse, posando sus ojos una última vez sobre la enana dormida.

                                                                                               *-*-*-*-*-*

Ed no supo cómo no se le fue encima al chupasangre al recibir su mirada cargada de odio al volverse hacia él. ¿Qué tenía que estar «eso» preguntándole algo? Era su casa, su habitación y su Kym. «Eso» no tenía ningún derecho de preguntar sobre ella, mucho menos de cómo logró que la enana le tuviera confianza.

Soltó un gruñido de dolor e ira al sentir un peso sobre su hombro. No volteó a verle. No perdería de vista al intruso y menos estando cerca de Kym.

—Ya la viste, cumple tu parte. —El tono serio de Leo logró calmarle. Al menos su hermano estaba de su parte en esos momentos.

El chupasangre asintió no sin antes mirar una última vez a Kym. Ed apretó la mandíbula. Que se mantuviera bien alejado de ella.

En cuanto el intruso bajó las escaleras, Leo dejó de presionarle el hombro.

—Cálmate.

—¿Qué quiere «eso» con Kym?

La QuimeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora