Capítulo 8 (Parte 2)

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cambios de escena estarán => (°°°°°°°°)

 cambios de narración de los personajes => (*-*-*-*-*-*)

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Kym deambuló por el bosque sin seguir un camino fijo. Se contentaba con poder caminar de un lado al otro con la libertad que siempre soñó. Sabía que tenía que irse de allí, no podía permanecer en un mismo lugar por mucho tiempo si no quería ser encontrada, pero algo le impedía alejarse de ese lugar. Cada vez que se decidía el rostro de él volvía, ella lo seguía en la medida de lo posible, con el otro hombre lobo cerca se le dificultaba acercarse, además que no quería que el mismo Ed notara su presencia, Kym consideraba que era suficiente señal la desaparición de la ropa para hacerle saber que estaba allí. No le gustaba cuando él se acercaba, tenerlo cerca la desconcertaba, la alteraba, y eso era peligroso. Ella no debía alterarse, cosas malas ocurrían cuando eso pasaba.

Pero eso no era del todo cierto, cuando ella lo atacó, él... no le hizo nada. Ella iba a matarlo y todo lo que él hizo para impedirlo fue sonreírle. No recordaba la última vez que le dirigieron una sonrisa tan sincera. Él no era como los otros. Sentía curiosidad hacia él, por eso no se iba, aunque no se le acercaría. Kym podía satisfacer su curiosidad desde la distancia y en cuanto averiguara todo cuanto quería se iría. La herida de bala había sanado al igual que su labio roto, y  el moretón de su brazo era inexistente; aunque sus costillas rotas todavía seguían en recuperación. Los huesos siempre tardaban más en sanar, no importaba cuanto el doctor alterara su cuerpo, ese defecto nunca lo pudo anular.

«Aún.»

Apretó los labios ante ese pensamiento. Él no la encontraría, Kym se aseguraría de ello. No más experimentos, no más agujas, no más cuchillos, no más sangre. Cerró los ojos con fuerza ante el mar de sangre que acudió  a sus recuerdos. No, no más muerte. 

Kym alzó la  mirada hacia las ramas del árbol antes de trepar por él. Desde allí observaba a Ed cortar los leños todos los días sin falta. Siempre se veía tranquilo cuando terminaba. Su expresión de tranquilidad por algún motivo la serenaba. Esperó paciente escondida entre las hojas. Faltaba poco para que llegara.

Con el pasar de las horas Kym empezó a perder la paciencia. La rutina de Ed sólo cambiaba los días que iba a dejarle ropa, de resto era firme en todo. Caminaba por el bosque, cortaba madera, luego se iba al pueblo y regresaba con las manos vacías. Bastante simple su vida. Kym se sorprendió de su ansiedad cuando llegó la tarde, ¿Y si algo le pasó? No, ella hubiera olfateado la sangre. Se mordió el labio antes de bajar de un solo salto. Ignoró el dolor de su costado por el impacto, no entendía muy bien lo que sentía, lo único de lo que tenía certeza es que iría a buscarlo sólo para asegurarse que estuviera bien, ¿Qué más daba si la veía? Ella era mucho más rápida, huiría de él sin problemas, se transformaría si era necesario, pero ahora lo buscaría sin importar donde estuviera.

Su caminata suave pronto se aceleró al pensar en que algo malo pudiera haberle sucedido. Existían muchas formas de matar sin que ello involucrara sangre, que él también fuera hombre lobo no lo excluía. Los hombres lobo eran débiles, si bien lo sabía ella. Se detuvo justo frente a la cabaña, su respiración era normal, nada que denotara cansancio, más su corazón palpitaba con rapidez. No quería admitirlo, pero temía por lo que pudiera encontrar dentro. Cuadró los hombros y miró con desafío la puerta. Kym había visto muchas cosas, había hecho muchas cosas, lo que sea que hubiera dentro no iba a intimidarla. Si algo aprendió con el doctor es que ella era el peligro, no lo que la rodeaba.

Abrió la puerta sin cuestionarse por la irresponsabilidad que tenía Ed al dejarla sin seguro. Su olfato y sus ojos acapararon su atención. Todo olía a hombre lobo, resultaba imposible saber si estaba allí o no. Cerró los ojos para concentrarse en sus oídos. Ningún sonido presente.

La QuimeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora