Capítulo 8 (Parte 1)

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cambios de escena estarán => (°°°°°°°°)

 cambios de narración de los personajes => (*-*-*-*-*-*)

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Ed tuvo que irse por el camino más largo a su casa, si se iba por el camino acostumbrado pasaría frente a la taberna y Leo no lo volvería a perder de vista hasta asegurarse que no fuera capaz de caminar por sí mismo, cuando decía beber no sólo era que iba a beber, sino que iba a tragarse todo cuanto tuviera la palabra «alcohol» escrita en la etiqueta, por lo que Ed prefirió caminar un poco más antes que dañar sus riñones.

Su mente se mantuvo tranquila en el trayecto, hablar con Marilú le sirvió para comprender algunas cosas acerca de Kym. Su hermano tenía razón, ella se convirtió en un monstruo, uno, al parecer, invencible, pero lo que su hermano pasó por alto fue el antes y el después de esa transformación. Antes vio a Kym como una niña asustada que quería contener algo dentro de sí, y después era la misma niña asustada que fue castigada por haber mostrado sus emociones. Ed ignoraba la emoción que mostró, pero por lo poco que la conocía, se inclinaba hacia la culpa. La pregunta que rondaba en su cabeza era: ¿Realmente era un monstruo sin alma? Si lo fuera ella lo habría matado innumerables veces cuando él la retuvo, en cambio se sometió a lo que él quisiera hacer, bueno, no lo que quisiera, ella podría ser una niña pero no estúpida. Volvió sobre su pensamiento inicial al notar el desvío de éstos. ¿Era Kym un monstruo? Ed recordaba el dolor de su hermano, aún lo podía sentir en su piel como si él mismo hubiera estado ahí y en cierto modo entendía su posición, más no podía verla de esa forma. No le era posible cuando ella lo ayudó con el hacha, cuando ella no lo mató estando transformada y no le era posible después de ver esa sonrisa sincera que esbozó cuando hablaron de «gustar». Todo comenzó cuando ese hombre sonó el silbato, de una niña asustada pasó a ser un monstruo desalmado. El problema era el silbato y no uno cualquiera, uno especialmente diseñado para ella, para convertirla en eso.

Sin ser consciente apretó las manos en puños. Odiaba a ese hombre, a ambos rectificó al recordar al asistente. Usaban a Kym como si de un objeto se tratara, no, es que para ellos Kym eso era. Su hermano le dijo que Kym era una creación para destruir a todas las demás criaturas existentes. Una creación, un objeto... ¡Un arma! Ed se quedó sin aire ante la idea. El ser humano era cruel, muy cruel, utilizar a una niña, experimentar con ella con el único fin de destruir. Nada lo justificaba. Ed se detuvo justo en el lugar donde Kym lo atacó. No había olor, no habían pisadas, nada que le indicara que la enana hubiera vuelto. Sacó la ropa que compró para ella, una blusa sin mangas de color azul oscuro y un pantalón de tela de color beige, ignoraba si le gustaría pero a gusto de Ed esa ropa no le quedaría mal. La colocó en la hierba acallando sus pensamientos que le decían lo estúpido que era al dejar ropa nueva en un bosque, dinero perdido que pudo haber gastado en más comida, con su hermano allí la que tenía no duraría. Miró una vez más alrededor. Los árboles lo saludaron con el movimiento de sus hojas al mecerse con el viento. Ninguna silueta entre ellos. Una sonrisa forzada se le escapó al pensar que nunca más volvería a verla. Quería que se fuera sí, pero no sin antes una despedida.

                                                                      °°°°°°°°

Cada dos días le dejaba un conjunto diferente de ropa exactamente en el mismo lugar donde dejó el primero, le llevaba varios modelos al azar porque desconocía la clase de ropa que prefería, se fijaba en las mujeres del pueblo para guiarse, ahora no contaba con la ayuda de Marilú así que le tocaba aprender a la antigua, ensayo y error, aunque Ed reconocía que le escogía ropa que a él le gustaría verle puesta, pantalones largos, cortos, shorts, una que otra falda, camisas anchas, ajustadas, largas, con manga y sin manga; varias veces tenía que recordarse que era para abrigarla del frío por las noches, también para que otras personas no la vieran desnuda, si es que llegaban a encontrarse con ella. Lo cierto es que desde hace semana y media no la había visto, tampoco percibía su olor por increíble e ilógico que le pareciera porque ella sí que estaba ahí, en algún lado del bosque, lo sabía porque nunca encontraba la ropa que le dejaba, eso al tiempo  que le dolía por su insistencia en mantenerse lejos de él, también lo animaba para seguirle trayendo ropa, si no le gustaba entonces no se la quedaría ¿no? Era sentido común.

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