Capítulo 1

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cambios de escena estarán => (°°°°°°°°)

 cambios de narración de los personajes => (*-*-*-*-*-*)

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—Eh, chica —nada, la joven no respondía. Ed soltó una maldición. De mala gana se quitó la camisa para cubrir el cuerpo de la chica. ¿Qué edad tendría?, ¿Veinte, veintitrés? Una niña. Pero esos ojos...

Fueron sólo unos segundos, pero Ed no dudaba de lo que había visto. Sus ojos eran rojos, un rojo vivo, penetrante. En lo que llevaba de vida nunca vio ese color en persona alguna. Estaba a punto de sumirse en sus pensamientos cuando el olor de la sangre lo distrajo. La camisa que había puesto sobre ella tenía una ligera mancha carmesí. La herida era más profunda de lo que Ed pensaba. Tomó a la chica en brazos sin poder evitar tocar parte de su piel al intentar cubrirla para no ver su cuerpo. Recordaba bastante bien su salida del agua, no necesitaba ver más de ella. Al levantarse, sus ojos se sintieron atraídos por un brillo en el suelo. Su hacha. Tendría que volver por ella luego, tal vez aún pudiera cortar algunos leños para venderlos, necesitaba el dinero si quería comer algo esa noche. Una persona normal al desmayarse podía dormir de una a dos o más horas, si se apresuraba era posible que pudiera cortar...

Sus pensamientos se detuvieron al sentir más cercano ese extraño olor. Sus ojos se clavaron en aquel rostro delgado de facciones duras. No sólo era su sangre, era ella, su esencia. No poseía un olor humano.

— ¿Qué eres? —se preguntó en voz alta sin apartar su mirada de ella al empezar a caminar. Su olfato, su vista, su tacto. Todos sus sentidos se concentraron en ella. No era humana, tampoco era como él, mucho menos el aroma se parecía a las otras especies con que se había topado. Era un olor nuevo, pero familiar. Ed no salía de su confusión, era como si mezclaran todas las especies en una, aunque había un olor que le estaba inquietando, un olor sutil, no tanto como para pasar desapercibido, pero lo suficiente como para no darle mayor importancia. Ese olor lo estaba volviendo loco, lo desquiciaba. Cómo deseaba que esa niña despertara y se largara, cuanto más lejos mejor. Eso se repetía una y otra vez, aún con la mirada fija en su rostro y recordando el color tan vivo de sus ojos.

Fue incapaz de apartar sus ojos de ella. Los árboles, el canto de los pájaros, los rayos del sol aumentando de intensidad quedaron en segundo plano. Su entorno no importaba, ni siquiera era consciente si seguía el camino correcto hacia la casa. Le comenzaba a obsesionar el origen de la joven que tenía en brazos. Se sorprendió de su gruñido al levantar la vista y ver su cabaña. Ed lo ignoró. No tenía importancia alguna el querer que el viaje durara un poco más, eso no lo haría cambiar de parecer, aún deseaba que ella se largara de allí.

Empujó la puerta con el hombro. Siempre estaba abierta, ningún ladrón querría robarle, ¿Qué robaría? ¿Una rodaja de pan y unas cuantas monedas? No necesitaba más para vivir, las cosas materiales complicaban la vida y opacaban el espíritu de la naturaleza. Si hubiera querido una vida así se habría quedado con su familia. Hizo a un lado sus pensamientos, su familia era un tema que no quería volver a recordar. La chica era lo primero. Subió las escaleras ubicadas entre la entrada de la cocina y la entrada de la sala de estar. Tres habitaciones con las puertas abiertas lo recibieron. Se dirigió a la última para dejar a la chica en la cama e ir a buscar el botiquín médico. Olía la sangre, no le hacía falta mirar la herida para corroborar que tendría que coserla. Salió con paso rápido para ir al baño, donde se encontró con su reflejo en el espejo. El joven sonriente y tranquilo que lo saludó en la mañana había desaparecido, en su lugar se encontraba un joven de mirada malhumorada y aspecto hosco. Ed chistó ante el cambio. Abrió el espejo. Dentro de él estaba el botiquín tan intacto como el primer día cuando lo compró, no sabía por qué lo tenía, no lo necesitaba, no ahora o quizás sí, no para él sino para alguien más.

La QuimeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora