Ed es un leñador cuyo sueño ideal es vivir una vida tranquila y sencilla, alejado de toda tecnología posible y de las personas que pudieran perturbar sus simples pensamientos.
Tras un pasado perturbador su corazón no anhelaba otra cosa que pasar e...
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Hola! Cuánto tiempo. Me disculpo por no haber podido actualizar y porque este no sea un capítulo propiamente dicho... He tenido unos meses ajetreados entre las vivencias de la vida, sin embargo la historia ha estado presente y es por ello que surgió este relleno. Quería subirlo una vez estuviera terminado pero viendo el tiempo que llevaba sin actualizar decidí publicar esta primera parte.
Trata del pasado de Kym desde el punto de vista de Ollivier. Siguiendo un poco la secuencia de la historia principal, nos ubicaríamos luego de que Ollivier abandona la casa de Ed para alimentarse. ¿Preparados todos? Allá vamos.
PD. Tuve algunos problemas para publicar esta imagen en el encabezado, así que me disculpo por ocupar tanto espacio de lectura.
Un espeso líquido se deslizaba por su garganta. Una placentera sensación envolvió su ser. Dejó escapar un suspiro de satisfacción. La sed había pasado. Ollivier miró con indiferencia el cuerpo inerte entre sus manos antes de arrojarlo con los demás, una pequeña manada de lobos salvajes que tuvo la mala fortuna de toparse con él. Contó con desinterés los miembros. Cuatro. Debía cavar profundo esta vez para ocultar su rastro. Sabía que debía apresurarse si quería terminar antes del amanecer, pero no pudo evitar alzar el rostro hacia el infinito cielo nocturno. La luna permanecía oculta entre las nubes mientras que las estrellas se exhibían con orgullo. Ollivier sonrió, Amélie amaría ese cielo.
El recordar sus ojos rojos furiosos lo puso en marcha. Si quería volver con ella era necesario que terminara con su trabajo allí. Curvó los dedos en garras y los enterró en la tierra sin dificultad. Soltó un quejido por lo bajo. Amélie sin duda se había vuelto más fuerte, a pesar de la sangre ingerida sus heridas todavía no terminaban de sanar.
Mientras sus manos actuaban por instinto, su mente rememoró el pasado, aquellos tiempos cuando Amélie era débil y torpe, tan diferente a la Amélie de ahora.
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La estación de la primavera dio inicio ese día, al igual que sus calurosas noches. Su padre decía continuamente que uno no terminaba nunca por acostumbrarse a ellas, y Ollivier, bañado de sudor por el agitado día que tuvo con sus amigos, no podía mostrarse más de acuerdo. La visión de su casa en la lejanía fue lo único que apartó la sensación de morir de asfixia en el medio del camino. Baño. ¡Agua fría! Sin darse cuenta sus pies emprendieron una carrera hasta la puerta de la casa. Antes de entrar se miró brevemente, sacudió un poco sus ropas llenas de polvo, respiró hondo y entró.
